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La justicia: la piedra en el camino

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Dice la Real Academia de la Lengua Española que la palabra escrúpulo proviene de un término latino que significa piedrecilla. En una de sus acepciones, probablemente la más sorprendente por desconocida, nos cuenta que se refiere a la china o piedrecilla que al meterse en el zapato, lastima el pie y nos incomoda. Visto lo visto, yo diría que la Justicia es, más que la piedra en el zapato o el garbanzo bajo el colchón, el peñasco en medio del camino que no nos deja caminar.  Y ese “nosotros” no se refiere solamente a España.

Los espejos y los grados

España, europea de pro, por supuesto que anda muy por encima de esos países que vemos en la televisión donde desaparecen estudiantes por decenas en manifestaciones, y de esos otros en donde la mujer de un mal gobernante (por sus actos les conoceréis) elegido digamos “democráticamente”, que ahora es presidenta electa a su vez, campa por sus respetos y acaba de exprimir al ciudadano de bien que ni puede comprar bienes extranjeros, ni tiene la propiedad real de casi nada, excepto de la creciente miseria. España no tiene unos tribunales de república bananera, ni unas instituciones tan degradadas como por otros lugares. ¡Somos europeos!

Sin embargo, ironías aparte, no puedo evitar dar un respingo cuando leo artículos donde más de la mitad de los párrafos parecen dirigidos a mi país, pero resulta que no, que se trata de un autor y un periódico extranjeros. Y como es un amigo quien ha escrito el artículo, me permito poner un ejemplo. Segundo párrafo: “… si uno se pregunta cómo ha sido posible todo esto [la crisis en la justicia], la respuesta puede darse en dos sentidos. Primero, puede decirse que el sistema político de  (¿España?) ha experimentado una degradación ética, pues muchos líderes de los diversos sectores que inciden en la vida pública de la nación anteponen sus intereses personales a los del estado”. Y mi amigo continúa explicando cómo la actividad política se ha convertido en una suerte de trampolín para conseguir poder, estatus y en general, beneficio personal. También expone el coste político versus el beneficio de manipular la elección de los magistrados en las diferentes instituciones de justicia y analiza los problemas que ese procedimiento, contaminado por los intereses políticos más vanos, acarrea.

Pues se trata del Diario Siglo21 de Guatemala y el autor es el doctor en Derecho, notario y profesor, Eduardo Mayora. Y ya sé que hay una diferencia de grado enorme, que las instituciones están peor allí que aquí, la inseguridad ciudadana es una cosa terrible en Guatemala, que la policía, los sobornos, los jueces, las mafias… ya sé todo eso. Pero se me hiela la sangre cuando compruebo que la crisis de justicia es sistémica. Porque la solución en ese caso es mucho más compleja.

El mal sistémico y sus soluciones

No se trata de crear tejido empresarial para absorber tantos millones de parados. No se trata de echar a tres corruptos aislados de los partidos más poderosos. Es más complicado. Se trata de restañar la fiabilidad, credibilidad, prestigio y solidez de las instituciones fundamentales de justicia, que están en la misma base de nuestras sociedades, que sustentan la civilización occidental como la conocemos, y cuyo establecimiento ha costado sangre, sudor y lágrimas a muchas generaciones. Esas instituciones que surgen de la evolución del derecho tras siglos de maduración y que los incentivos políticos perversos están minando, en algunos lugares de manera más irremediable que en otros.

Si se tratara de un país, un tribunal superior, un caso aislado… pero cuando son muchos, cuando se trata de un sistema de justicia, la cosa cambia. Y es aquí cuando hay que volverse estricto y adoptar los escrúpulos, pero en otro sentido que en el aludido al principio, como actitud diaria. Porque escrúpulo también hace alusión a aquella “duda o recelo que punza la conciencia sobre si algo es o no cierto, si es bueno o malo, si obliga o no obliga”. De este modo, el esmero y la pulcritud en el uso de nuestras instituciones de justicia, el castigo implacable a quien se salte la ley y quien  degrade dichas instituciones, por supuesto, considerando todos los españoles en igualdad ante la ley, tal vez actúen a tiempo para que los ciudadanos recuperemos la perdida confianza en nuestras instituciones, en nuestros jueces y en nuestra capacidad para no desmoronarnos.

Eso requiere de la “punzada en la conciencia” que describe el diccionario de la Real Academia. Y por tanto, hay que tener conciencia. Y ahí creo que es donde empieza el problema, porque nadie da el primer paso, hace un examen particular y reconoce nada de nada. Y así ¿cómo se puede predicar ni transparencia ni regeneración de la justicia o de la vida política? 

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