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La pícara alcaldesa respetuosa con la delincuencia

Publicado en La Información

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No puedo evitar pensar en todos los inmigrantes que acogemos en España y que trabajan muy duro para poder sobrevivir dentro de la ley.

La alcaldesa de Madrid, que alcanzó su puesto gracias al apoyo incondicional del mejor aliado de Podemos, es decir, el PSOE, ha decidido eliminar de las calles de la ciudad las doscientas imágenes gráficas de la campaña contra la venta ilegal de productos, lo que se conoce como la «manta». El lema, «Si compras falsificaciones, la aventura siempre acaba mal», iba acompañado de dos dibujos que representaban típicos productos que son objetos de falsificación y venta ilegal (un bolso y una zapatilla de deporte), en medio de un mar zozobrante, siendo atacados por un pulpo, en un caso, y por un dragón, en el otro. Ambas imágenes contenían un mensaje escrito en la parte de abajo: «Productos malos, ilegales, peligrosos y sin posibilidad de reclamar. No te aventures, no vale la pena». Te embarcas en un viaje de aventuras (de ahí el océano) y te encuentras con peligros insospechados (las mafias, el robo de bienes, la red de venta ilegal). El entorno y el mensaje hacía alusión claramente a una actividad incierta y peligrosa.

Y realmente es peligrosa y dañina. Porque, de acuerdo con las cifras del ayuntamiento, la venta de falsificaciones supone unas pérdidas de 6.200 millones de euros a la industria española cada año y la destrucción de 40.120 puestos de trabajo. Aquellos vendedores ambulantes que tienen su licencia y pagan sus impuestos, los sufridos autónomos, la gente que no delinque son lo que el economista italiano, Sergio Ricossa, llamaba el «honesto promedio». Ricossa, en su Manuale di sopravvivenza a uso degli italiani onesti (Manual de supervivencia para uso de los italianos honestos) de 1997, define a este personaje como «el que paga el billete de tren entero, que no entra gratis al teatro, que no es enchufado por amigos influyentes, que mantiene su palabra y que paga sus impuestos». Y lo compara con el pícaro, de quien dice que es, sobre todo, el maestro de la “explotación de las buenas intenciones”. Se trata de esos listos que hacen ostentación de su honestidad, pero en realidad la desprecian. Yo no sé si les suena de algo.

En Madrid, tenemos sobrecarga de pícaros y cada vez menos honestos medios. Nuestra alcaldesa, de hecho, es nuestra pícara ejemplar. Esta vez, ha preferido ponerse del lado de quienes comercian con productos robados, que es un delito a su vez, en lugar de proteger al honesto ciudadano que cumple hasta el final. No deja de ser un contrasentido. Al fin y al cabo, somos los honestos pagadores de impuestos quienes sostenemos con el sudor de nuestra frente a la pícara alcaldesa en su trono de la Plaza de Cibeles. Los manteros, sin embargo, generan desempleo, atentan contra la propiedad privada y provocan pérdidas en la industria española. Ya sé. Me estoy ganando que me insulten y me llamen racista o xenófoba. Ese fue el argumento del sindicato de manteros contra los dibujos de la campaña del ayuntamiento. El pulpo del cartel era negro, claro signo de racismo. Y el que la acción se desarrollase en el océano es ofensivo hacia a los inmigrantes que mueren en el Estrecho tratando de llegar a Europa. «El ayuntamiento de Madrid criminaliza a los inmigrantes», dicen.

El caso es que, aunque todos los manteros son inmigrantes, no todos los inmigrantes son manteros. Es notable que, dedicándose a una actividad ilegal, tengan un sindicato. Tras el sindicato del crimen llega el sindicato de la venta de productos robados. Por supuesto, reclaman la despenalización de su delito y argumentan que lo hacen para sobrevivir, porque no tienen otra salida. Tal vez delinquir no es la mejor manera de integrarse en un país. Lo que sí está muy claro es que despenalizar la delincuencia por necesidad económica traería consecuencias muy graves a la sociedad.

Pero en algo estoy de acuerdo con el sindicato madrileño. Debería fomentarse el emprendimiento para que las personas menos favorecidas, inmigrantes y locales, salgan adelante, puedan prosperar y la convivencia sea sostenible. Pero, desafortunadamente, los empresarios en España tienen muy mala fama. Ganar dinero es un objetivo indeseable excepto si eres un político, es decir, un pícaro, que exprime las buenas intenciones y luego se compra un chalé en la sierra.

El de Madrid no es el sindicato más combativo. El de Barcelona, en cambio se despacha a gusto en manteros.org, su página. «Desde la era de la esclavitud hasta ahora, el continente se ha sometido bajo el mando de los occidentales. La historia se repite, pero de otra manera, así lo vivimos desde la esclavitud, la ocupación territorial y la colonización económica capitalista». Pero para salir de la colonización europea vienen a Europa, en concreto a España, donde tenemos un gravísimo problema de desempleo, y venden productos robados porque no encuentran trabajo. Y, por supuesto, arremeten contra el sistema capitalista, que es el único que genera riqueza y que permite que los emigrantes de ayer sean los grandes empresarios de hoy.

No puedo evitar pensar en todos los inmigrantes que acogemos en España y que trabajan muy duro para poder sobrevivir dentro de la ley. Tantas familias que se esfuerzan y que respetan las reglas del juego que todos cumplimos, muchas veces aguantando la mentalidad racista o xenófoba que existe aún, afortunadamente en claro retroceso. Pienso en personas con quienes trabajo, con quienes convivo y que, porque vienen de países donde no existe el imperio de la ley, valoran mucho que las instituciones protejan a los ciudadanos, vengan de donde vengan, con tal de que respeten el estado de derecho. La ley debe ser un requisito imprescindible, no solamente por el bien de los españoles sino también, y de manera especial, por el de esos trabajadores inmigrantes que quieren ampararse en ella.

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