Skip to content

Los abandonados

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Aún sabiendo del amor sin límites de nuestros productores por el Arte, así, con mayúsculas, ¿No resulta extraño que se sigan haciendo películas en España? Nada menos que 150 en 2006. Un empresario, ¿no debería tener en cuenta los beneficios, aparte de hacer grandes contribuciones al legado cultural español?

No la he visto, pero es seguro que la película Los abandonados (imagino que dedicada a los cinco espectadores que la vieron el año pasado y que juntaron 25 euros de recaudación) es una gran película; de aquellas de las que presume nuestra incomparable ministra de Cultura, Carmen Calvo. Pero ¿merece la pena dedicar tantos recursos para cinco abandonados?

El asunto resulta menos misterioso cuando vemos que en 2006 Cultura otorgó 62.437 millones de pesetas en ayudas de los cuales 50.912 se destinan a "amortización a largo plazo" de largometrajes. A ello hay que sumar el dinero que destinan las televisiones, bien en concepto de derechos de emisión, bien como coproductoras.

El caso es que a los productores de cine les llega dinero a izquierda y derecha en el propio proceso de producción de las películas, antes de llegar a las pantallas. Si, además del amor al Arte, la producción en España busca ganar dinero, todos los incentivos están alojados en los despachos del Ministerio, en ganarse el favor de quienes deciden el destino final de las ayudas.

Sólo tenemos que ir a cualquier industria o rama de los servicios que no viva de las subvenciones para ver que todo el esfuerzo de los empresarios está dirigido a ganarse el favor del público. No aquí. En el cine español, los espectadores son los abandonados. El desencuentro es mutuo, como cabe esperar.

Más artículos

El día en que faltaban pisos

El tema de la vivienda es, sin duda, el principal problema de la generación más joven de país, podríamos decir de la gente menor de 35 años que no ha accedido al mercado de vivienda en la misma situación que sus padres, y no digamos ya de sus abuelos.