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Nicolás Maduro tiene más que afinidades ideológicas con el dictador sirio Bashar Al-Assad

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Desde un punto de vista ideológico, los regímenes de Venezuela y de Siria comparten características indudables.

Como Nicolás Maduro, el dictador sirio Bashar Al-Assad es un personaje denostado por la mayor parte de los gobiernos del mundo, al igual que los regímenes políticos que encabezan. Y en ese aislamiento, el presidente venezolano es uno de los más firmes defensores del sirio. Los motivos son diversos. Por una parte existe una proximidad ideológica. Por otra, hay una profunda red de intereses en la que geopolítica, economía y delincuencia se encuentran entrelazados.

Desde un punto de vista ideológico, los regímenes de Venezuela y de Siria comparten características indudables. Ambos son socialistas y nacionalistas, con aspiraciones ya frustradas de encabezar integraciones regionales lideradas por ellos. De hecho, el socialismo del siglo XXI latinoamericano bebe, desde la misma llegada de Hugo Chávez al poder, del socialismo árabe del que Al-Assad y la rama siria del partido BAAZ son los últimos grandes exponentes.

Al margen de coincidencias ideológicas, el Gobierno de Venezuela se ha implicado en una maraña de intereses compartidos y complicidades de todo tipo. A la sombra de su alianza con la Rusia de Vladimir Putin, que comparte con el régimen de Al-Assad, se tejió una serie de relaciones profundas con algunos de los elementos más negativos del escenario internacional.

La conexión iraní

Maduro es un rehén de sus aliados de Oriente Medio. Entre ellos destaca Irán, que además es uno de los principales sustentos económicos y bélicos del Gobierno sirio. Estar firmemente unido a Teherán implica tener que apoyar a Al-Assad.

Ya en 2010, el Centro Wiesenthal alertaba que “Venezuela es el principal socio de Irán en la región, y la cabecera de playa para su penetración en América Latina”. Esa asociación se ha traducido a lo largo de años en la creación de numerosas empresas mixtas. Una de ellas es la petrolera Verinogoc, participada a partes iguales por PDVSA, a través de filiales, y la iraní Petropars. Cuando se filtraron los llamados “papeles de Panamá”, se descubrió que esta firma se había constituido en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes Británicas. El pasado mes de febrero, el ministro de Asuntos Exteriores iraní y la canciller venezolana se reunieron para profundizar en la cooperación bilateral. Lejos de romperse la alianza, ésta se hace más fuerte.

Pero las relaciones entre Caracas y el régimen teocrático de Teherán van más allá. Penetran directamente en el terreno del terrorismo y el crimen organizado. Irán es el principal patrocinador de la organización yihadista chií Hezbollah. Utiliza a este grupo terrorista libanés tanto para atacar a Israel como en forma de tropas que combaten junto al Ejército de Al-Assad en Siria. Según diversas investigaciones, Hezbollah está fuertemente implantado en América Latina, donde colabora, entre otros, con las FARC y se ha implicado en el tráfico de drogas.

Complicidad bolivariana con Hezbollah

Para Caracas, colaborar con Teherán implica hacerlo también con el grupo terrorista libanés. El coronel Vladimir Medrano Rengifo, exdirector general de la Oficina de Identificación, Migración y Extranjería de Venezuela, denunció recientemente que en el periodo en que ocupó ese cargo (de mayo de 2008 a octubre de 2009) el régimen bolivariano entregó pasaportes a entre 20.000 y 25.000 ciudadanos de Siria y otros países de Oriente Medio. La operación ilegal estuvo dirigida, según su testimonio, por el actual vicepresidente de Maduro, Tareck El Aissami. Poco antes, una investigación de CNN había confirmado ya la entrega de 173 de estos documentos, muchos de ellos a miembros de Hezbollah.

De esta manera, Venezuela ha sido durante años cómplice activo del patrocinio del terrorismo internacional por parte de Irán. Maduro ha premiado a uno de los grandes responsables, El Aissami, nombrándolo su vicepresidente. Por todo lo anterior, el gobernante venezolano está atrapado en una tupida red donde se entremezclan ideologías contrarias a las democracias occidentales, narcotráfico, terrorismo, intereses comerciales y luchas geopolíticas.

Aunque quisiera, que no parece, Maduro no podría dejar de mostrarse entusiasta de Al-Assad. Sin todos los apoyos de los aliados comunes (gobiernos y terroristas), su régimen sería todavía más débil de lo que es.

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