Skip to content

Pedro Sánchez y lo que no es el CETA

Publicado en Economia Digital

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

El poder judicial esgrime que con el CETA perderán competencias.

El llamado CETA por sus siglas en inglés es el Acuerdo Comercial entre Canadá y la Unión Europea. Esta semana es portada por la decisión de Pedro Sánchez de no apoyarlo. Y de esta noticia, lo relevante no es ni Pedro Sánchez ni el acuerdo en sí, sino todo lo demás.

Como en el negativo de una fotografía, si quitamos el foco a la persona, lo que queda es el entorno en el que lo dice: el nuevo PSOE. Este nuevo partido socialista, más radical, federalista, que le hace cucamonas a Podemos, es el entorno en el que Pedro Sánchez, flamante e inesperado líder, ha rechazado el CETA.

De la misma forma, lo que rechaza no es relevante por el contenido en sí del tratado, sino por todo lo demás. Podría pensarse que se trata de un acuerdo entre otros, de los muchos que ha firmado la Unión Europea con terceros, sin embargo, hay algunas novedades que hacen de CETA especial.

Por ejemplo, que extiende el ámbito del comercio de bienes al intercambio financieros y de servicios. También establece un órgano conjunto específico que arbitre en caso de discrepancias para facilitar y agilizar la resolución de conflictos. Este órgano no será una institución de arbitraje privado sino que las disputas entre inversores, comerciantes o proveedores de servicios, de un lado, y las autoridades de otro, se resolverán en un nuevo tribunal público europeo. Esta es una de las modificaciones que se incluyeron en el debate y aprobación del Tratado el pasado febrero en el seno de la Unión Europea.

Por último, hay que destacar que facilita la contratación pública entre las dos partes. La Unión Europea ha tenido que asegurar determinadas medidas de precaución para lograr 408 votos a favor, con 254 en contra y 33 abstenciones. La página española de la Comisión Europea destaca exhaustivamente los beneficios comerciales, especialmente para las pymes que representan el 91% de las empresas españolas que exportan a Canadá. La cantidad de trabajadores que puede absorber este país se incrementa porque se reconocerán las titulaciones europeas de profesiones reguladas, lo que supondrá un incentivo para los jóvenes, teniendo en cuenta que, si bien está disminuyendo, el desempleo en España sigue siendo alarmante.

Hay otras cuestiones que esgrime la Comisión para convencernos a todos de lo importante que es Canadá en nuestras vidas. Por ejemplo, cifra en 1,3 millones los puestos de trabajo españoles que dependen de las exportaciones a países de fuera de la Unión Europea siendo Canadá es el 20º socio comercial de España fuera de la Unión Europea. Se calcula que la balanza comercial entre ambos países fue de unos 400 millones de euros en el año 2015. Así que no parece un mal trato.

Pero, más allá de lo obvio, si de nuevo sacamos el negativo de esta foto ¿qué obtenemos? Para empezar, las reacciones ante CETA que marcan una pauta: los radicales de derecha e izquierda en contra, los europeístas a favor. Pero también es un tratado entre bloques, como el Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones entre Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP) o el Tratado Transpacífico de Cooperación Económica que involucra a Estados Unidos y 11 países de ambos lados del Pacífico, y que no afecta a la Unión Europea.

De algún modo, decir sí al CETA es unirse al bloque europeísta. Y eso, en el caso de Sánchez, significa asociarse con la ortodoxia, la casta, los “normales” de la clase, y él, al frente del nuevo PSOE, quiere que le vean como uno de los disidentes, de los “enfant terribles”, de los malotes, que plantan cara a Trump, a la Unión Europea y a quien haga falta. Algunos medios dicen que confundió a Trudeau con Trump y se equivocó de tratado, porque el ministro canadiense Moscovici, en público y por si las moscas, recordó que Trump y Trudeau no tienen nada que ver. Yo creo que no hubo equívoco. Prefiero pensar que Sánchez no es tan negligente como para presentarse como candidato a presidente del gobierno y, nada más empezar, patinar de esta forma. Llámenme ingenua.

Las quejas al CETA por la izquierda son el medioambiente, que es como la coletilla para todo, y el tema judicial. El lobby de jueces nacionales no quiere perder importancia y ve este tratado como un principio de descentralización judicial, lo que implica un pasito adelante en la pérdida de competencias. ¿Qué funcionario admitiría semejante “agresión”? La idea de que se propone crear un sistema de tribunales de inversiones que escapan del control de los ciudadanos debe leerse “que escapan del control de mi partido político”, porque no hay quien se crea en este país que los tribunales están bajo el control de los ciudadanos, con la politización judicial que padecemos. De hecho, es posible que sea el Consejo General del Poder Judicial, abiertamente politizado, el que ponga trabas y le pase la pelota al Constitucional.

Por lo demás, les ha faltado señalar el capitalismo salvaje que se esconde tras este tratado para completar el panorama.

¿Se ha creído alguien que Pedro Sánchez hace algo más que cucamonas a Podemos y jugar a ser malote? Yo no.

Más artículos

Sionismo y libertarismo: ¿contradicción o afinidad?

La crítica de Rothbarda la existencia del Estado Judío de Israel desde su perspectiva libertaria ha conducido a algunos de sus seguidores a cometer la arrogancia de categorizar a los libertarios sionistas como falsos libertarios.