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Pobreza Cero

Publicado en Libertad Digital

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El propósito de dicho concierto era "presionar a los líderes políticos para que cumplieran sus promesas de erradicar la pobreza en el mundo". Para el cantante del grupo La Unión, Rafa Sánchez, se trataba de pedir a los líderes mundiales que "trabajen para que no reine la injusticia ni el dinero por el dinero".

Entre las medidas de este proyecto contra la pobreza mundial se encuentran el incremento de los fondos de desarrollo hasta el archiconocido 0,7% del PIB, un impuesto a las transacciones financieras internacionales (Tasa Tobin), la condonación de la deuda del Tercer Mundo y el cese de las peticiones de reformas estructurales "que impiden a los países pobres ejercer el derecho a decidir sobre sus prioridades y políticas de desarrollo".

Al parecer, estas propuestas buscan avanzar en el plan liderado por Naciones Unidas de reducir la pobreza mundial "por debajo del 15% para el 2015". Sin embargo, de acuerdo con Johan Norberg, esta meta ya se ha alcanzado, incluso superado. Según el autor de En defensa del capitalismo global, "la pobreza absoluta ha caído de un nivel del 44 por ciento en 1980 a un 13 por ciento en el 2000", y "800 millones de personas han salido de la miseria absoluta en 20 años".

Entonces, si el programa ha sido alcanzado, ¿por qué resulta necesario presionar a los políticos y arrancarles medidas urgentes? Probablemente los datos reales no merezcan ser tenidos en cuenta porque la arrogancia eleva al progre sobre el mundo. Es tal su compromiso "social" (sic) que repudia la realidad en su totalidad. Nada está bien, luego todo tiene que cambiar hasta que lo existente sea una réplica exacta del ideal que adoran. Semejante prepotencia sólo puede conducir al más estrepitoso de los fracasos.

Uno de los casos más conocidos es el del comercio internacional. Según la izquierda, la globalización es injusta porque no se rige por "unas reglas justas que [garanticen] un reparto justo y equitativo de sus beneficios". Evidentemente, lo único que consiguen al frenar el avance del libre mercado es empobrecer aún más a los más necesitados.

Bajo un humanitarismo intachable y unas propuestas solidarias late la vieja doctrina marxista de la explotación: los ricos son ricos porque los pobres son pobres. Esta teoría permite explicar todo cuanto sucede en el mundo y, por supuesto, darles el poder en cuanto lo reclaman. Desde las guerras hasta las catástrofes naturales, cualquier hecho tiene una causa que, en último término, se llama capitalismo, carente de todo recurso para defenderse.

De ahí que toda reducción del intervencionismo resulte, a su juicio, errónea, dado que relacionan incremento de pobreza con reducción del proteccionismo.

Analizando este documento de la Alianza Española Contra la Pobreza podemos encontrar esta tesis cuando exigen "el fin inmediato de cualquier presión a los países empobrecidos dirigida a reducir sus aranceles de importación y de la desprotección de sus servicios frente a la inversión extranjera". En ambos casos consideran que la liberalización es causante de "un crecimiento notable de la pobreza". Sin embargo, a nadie se le escapa que, cuando se rompen las cadenas que atan a los seres humanos y se les deja libres, la creatividad se incrementa exponencialmente.

Al mismo tiempo, como ha advertido Cristina Losada, los antiglobalización sostienen otra de las falacias más letales para el desarrollo, a saber, que "la pobreza se combate con ayudas a los gobiernos". Eso sí, son incapaces de apreciar que "la corrupción de los gobiernos africanos les cuesta a sus países la mitad del monto de su deuda externa". ¿Por qué se desenfocan las causas de la pobreza y se ignoran las vías para erradicarla?

En este sentido, no se ha apreciado autocrítica por parte de los colectivos de ONG, quizás porque tienen que lanzar mensajes apocalípticos para seguir recabando fondos.

Una periodista keniata coincidía con dicha opinión al afirmar: "Estas organizaciones nunca mostrarán a la gente que está trabajando duramente en África, esto no son buenas noticias. Sólo interesan las imágenes angustiosas para conseguir que se done dinero. Al mismo tiempo que exponen una imagen de sufrimiento, te dirán: ‘Por dos dólares al día puedes salvar a esta persona durante este período de tiempo’".

Probablemente esto explique su silencio ante las escandalosas sumas que atesoran en paraísos fiscales, entre otros, Sadam Hussein o Fidel Castro.

En un interesante documental se han tomado la molestia de averiguar lo que piden los pobres, y han llegado a la conclusión de que los africanos sólo reclaman más libertad empresarial y menos trabas para trabajar o abrir sus propios negocios. ¿Será acaso porque no creen en que la demagogia les dé de comer?

En lugar de la condonación de la deuda, lo que continentes como África precisan es que no se les dé más ayuda al desarrollo. No sólo es inmoral, ya que los estados gastan de forma irresponsable el dinero de los ciudadanos, además crea dependencia: el país receptor de fondos decide no cambiar las cosas para que todo siga igual y el dinero siga entrando.

Atendamos a la keniata June Arunga: "La ayuda que ha recibido África durante demasiado tiempo representa más del 50% de su PIB. No ha habido una correlación positiva entre la ayuda externa y el desarrollo. La mayoría de los países que han recibido esta ayuda no han experimentado ningún tipo de crecimiento o incluso han padecido una reducción de su PIB".

A pesar del falaz tercermundismo, los anticapitalistas de Pobreza Cero han recibido el apoyo de los intelectuales de salón. Luis García Montero ha pedido públicamente el apoyo para este proyecto, "porque es el único camino para que la humanidad apruebe sus asignaturas más importantes". Por su parte, Javier Marías ha comentado que es un "trabajo de locos" pero imprescindible. "Si nadie lo hace, el mundo será aún más loco".

Dando cuenta de lo reseñado, la terca obstinación de la izquierda es tal que jamás reconocerá algo tan simple como que la defensa de la propiedad privada y de un orden legal que garantice la seguridad jurídica son los medios más eficaces para luchar contra la pobreza. En el fondo, cualquier país puede imitar a Taiwán o a Singapur y dejar la miseria a un lado.

Lo único que se precisa es que los bienhechores voluntarios dejen de organizar conciertos y pedir más dinero para los tiranos e incompetentes gobernantes del Tercer Mundo. Máxime cuando, como dijo P. J. O’Rourke, "dar dinero y poder a un Gobierno es como dar las llaves del coche y una botella de whisky a unos adolescentes". Si semejante idea jamás se nos pasaría por la cabeza, ¿por qué seguir concediendo cheques en blanco a los estados del Tercer Mundo?

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