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Pobreza para el ciudadano

Publicado en Libertad Digital

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Lamentablemente, Occidente está dominado por el socialismo y la tiranía de las buenas intenciones que nos llevan al otro extremo. Algo que se agrava con las promesas no cumplidas de todo político. En lo poco que llevamos de legislatura, la Renta Básica de Emancipación sufre retrasos de medio año. Según los últimos datos, no la cobraron ni el 12% de los jóvenes que la solicitaron. Curiosamente, el Gobierno socialista consideró esta cifra un éxito. Algunos cheque-bebé se demoran hasta cuatro meses. Sólo 8 millones de declarantes han recibido los 400 euros del Gobierno, el restante 46% de los contribuyentes no ha visto ni un céntimo.

Con estos ejemplos es lógico que se ataque al Gobierno y al socialismo en términos de eficiencia. La economía privada es más eficiente que la estatal en términos de rendimientos y creación de riqueza, pero muchas veces se desprecia algo mucho más básico, y es la incapacidad crónica de cualquier Gobierno para satisfacer las necesidades del ciudadano.

En España por ejemplo, tenemos un panorama económico más que preocupante. Los productos básicos sufren subidas de dos dígitos, la confianza del consumidor se derrumba, el desempleo sube como un cohete, la morosidad no para de aumentar y somos de los primeros en la UE en desempleo total, juvenil y femenino. ¿Qué hace el Gobierno? El ministro de Industria, Miguel Sebastián, quiere gastarse casi 400 millones de euros en comprar bombillas que además contaminan y repartirlas por lo alto y ancho del país. Esta semana el Estado ha destinado 25 millones de euros a la bahía de Acapulco en México [!]. Como si esto no fuera poco, también el Gobierno quiere cofinanciar el 60º aniversario de los Derechos Humanos de la ONU y destinar más de 10 millones de euros a la lucha contra el SIDA. ¿Toca ahora despilfarrar el dinero en todo esto? ¿Alguien del Gobierno se ha dado cuenta que mucha gente que le votó lo está pasando, y pasará, francamente mal?

Evidentemente un socialista, que parece tener los bolsillos llenos por el desprecio que muestra ante la crisis, considera tal dilapidación de dinero usurpado al ciudadano libre un logro social, pero cualquiera con un mínimo de sentido económico ve claramente que el Gobierno no sólo es ineficiente o que sus acciones nacen de la coerción y la extorsión de los impuestos y leyes arbitrarias, sino que es incapaz de localizar los problemas o carencias reales del hombre para neutralizarlas como oferente alternativo al del libre mercado. La gran ventaja del liberalismo no sólo es que cada uno puede hacer con su vida y propiedad lo que le dé la gana, sino que es capaz de detectar las carencias de la sociedad (demanda) para facilitarlas a través de un precio (oferta). El mercado, a diferencia del Gobierno, siempre cubre las más urgentes de las necesidades. Los políticos en cambio, siempre cubren las más urgentes necesidades de sus gabinetes, ministerios y amigos generando pérdidas netas a la economía del ciudadano.

Ya no es cuestión de liberalismo, sino de sentido común. Cuando más ricos sean el Estado y los políticos, menos recursos poseeremos nosotros para nuestro bienestar y más dinero dispondrán ellos para incrementar su poder y cederlo a causas perdidas. Jamás ningún país ha salido de una crisis con estas recetas económicas, y es que ningún Gobierno tiene la capacidad ni la voluntad de solucionar los problemas reales de la gente.

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