Skip to content

Primeras (malas) críticas al informe sobre desigualdad del Instituto Juan de Mariana

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Si uno quiere de verdad contribuir a apuntar fallos con buena fe, debe intentar que sus críticas tengan una cierta base y que no sean un cúmulo de bilis desinformada.

El Instituto Juan de Mariana acaba de publicar un informe sobre el mito de la desigualdad en España. Como todo ensayo, está abierto a las críticas y a que se apunten sus debilidades: así, de hecho, se enriquece el conocimiento. Sin embargo, si uno quiere de verdad contribuir a apuntar fallos con buena fe, debe intentar que sus críticas tengan una cierta base y que no sean un cúmulo de bilis desinformada. Así, la primera de las críticas que me encuentro del informe adolece de eso mismo.

Por esquematizar las críticas que efectúa:

  1. El Coeficiente Gini mide el ingreso, no la riqueza o el consumo: El índice Gini es una medida de dispersión estadística y, por tanto, puede emplearse para medir la desigualdad en la distribución de cualquier variable. Vamos, basta con entrar leerse las primeras líneas de la entrada de Wikipedia para no caer en ese error tan simplón: “El coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. Normalmente se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos, dentro de un país, pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual”. En el informe, nosotros lo usamos para medir la desigualdad patrimonial, de renta y de consumo (en línea con lo que hacen, por ejemplo, otros economistas): no es que rechazamos que se use para medir la desigualdad de renta, es que ampliamos su uso a otras dimensiones de la desigualdad (consumo y riqueza). Además, no es la única medida de desigualdad que empleamos: también recogemos para renta y consumo la ratio entre quinto quintil y el primero, o en riqueza la ratio entre el quinto quintil y los otros cuatro quintiles.
  2. No tiene sentido que los países más desiguales en riqueza sean los más ricos y los que tienen menor desigualdad de renta: Es una coincidencia perfectamente factible. Primero porque, como solemos decir los liberales, una cosa es la desigualdad y otra la pobreza: una sociedad puede ser más desigual que otra, pero todos los ciudadanos pueden ser más ricos en la primera que en la segunda. Segundo, porque una fuente muy importante de renta es el capital humano, y el capital humano no se incluye en las mediciones oficiales de riqueza (como también solemos recordar cuando criticamos informes como el de Oxfam).
  3. Es una trampa decir que el 10% más rico de España concentra un porcentaje de riqueza menor que el de Holanda o Alemania y callarse que el diferencial de renta entre el 10% más rico y el 10% más pobre es mayor en España que en Holanda o Alemania porque en esos países el 10% más pobre es más rico que en España: Este argumento mezcla medidas de desigualdad de riqueza y de desigualdad de renta. El informe dice que el 10% más rico de España concentra el 43% de la riqueza (patrimonio neto) de España; la forma de refutar —o complementar ese dato sobre desigualdad de riqueza– no es apelando a diferenciales de renta (la desigualdad de renta se estudia en otro capítulo del informe). De hecho, nuestro gráfico 3 sí mide la ratio entre la riqueza del 20% más rico y del 80% más pobre: esa diferencia es de 6 en España y de 12,8 o 14,8 en los casos de Alemania y Holanda (resultado coherente con el dato de que la desigualdad de riqueza en estos países es mayor que en España).
  4. Aunque el 10% más rico de España tenga menor porcentaje de la riqueza total que el 10% más rico de Alemania y Holanda, “lo que seguramente sucede” es que toda esa riqueza está concentrada en el 1% más rico en el caso de España y está más dispersa en el caso de Alemania o Holanda: Es verdad que en el informe no desglosamos la distribución de la riqueza dentro del top 10%, pero en lugar de especular sobre “lo que seguramente sucede” (buena forma de colocar los prejuicios antes de la evidencia) será mejor recurrir a las fuentes que usamos para nuestro informe. Así, en el documento de la OCDE al que remitimos —In It Together: Why Less Inequality Benefits All— podemos observar claramente (página 250, gráfico 6.7), cómo el 1% más rico posee un menor porcentaje de la riqueza total en España que en Alemania u Holanda.
  5. Es una trampa corregir el Gini de renta por los alquileres imputados: El Gini de renta aspira a medir cómo se distribuye la renta entre los españoles. Como cualquier economista sabe, las rentas no son sólo monetarias, sino también en especie: y eso incluye las rentas que recibimos en forma de servicios de habitación por parte de los inmuebles que tenemos en propiedad. Dicho de otra forma, si mi empresa me paga el alquiler de la vivienda en la que resido (o si me permite vivir gratuitamente en un piso propiedad de la empresa), ¿acaso no computaría ello como renta en especie? Evidentemente. Pues, por coherencia, también debería computar como renta en especie el servicio de habitación de mi vivienda en propiedad. No es algo tan raro: el propio PIB calcula y computa las rentas inmobiliarias imputadas yel propio Eurostat reconoce que su inclusión en el Gini de renta mejora la calidad de la medición y la comparabilidad de la desigualdad entre países.
  6. Es deshonesto que los liberales incluyan los servicios estatales entre la renta: El estudio no entra (o apenas entra) en cuestiones de economía normativa. Es un estudio que simplemente pretende responder a la pregunta de si la desigualdad en España es tan grande cómo se nos dice. Por tanto, la inclusión de los servicios gubernamentales en especie resulta perfectamente legítima para ese objetivo. Nada de ello significa que estemos justificando esta actuación del Estado: primero, porque no nos hemos pronunciado sobre si la desigualdad económica es en sí misma buena o mala o neutra (si fuera buena o neutra, que el Estado la redujera sería malo o neutro con respecto a la desigualdad); segundo, porque el Gini de renta que estamos corrigiendo con la inclusión de los servicios estatales es el Gini de renta después de impuestos, por tanto sólo podríamos concluir que el Estado reduce estáticamente la desigualdad si el saldo neto de cobrar impuestos y de redistribuirlos en gasto contribuyera a reducirla; y tercero, aunque estáticamente la acción del Estado redujera la desigualdad, tampoco se desprende de estos datos que dinámicamente lo haga (¿ofrecer malos y caros servicios públicos favorece la promoción social o el estancamiento social a largo plazo?). Todo ello necesita de ulteriores y más complejos análisis. Aquí tan sólo incluimos en renta los servicios públicos en especie por motivos obvios: porque ya hemos pagado por ellos y no es honesto computar el gasto, pero no el ingreso.
  7. Es deshonesto que personas que promueven el ahorro midan la desigualdad del gasto en consumo: El argumento es bastante malo. Uno puede defender (como hago yo) que el ahorro y la inversión son el motor del crecimiento económico y, por otra, que el bienestar real de una persona depende de los bienes y servicios que consume. Son cuestiones separadas. De hecho, si nuestro bienestar presente depende del consumo presente y el crecimiento depende del ahorro invertido, lo único que se está sosteniendo es que invertir para crecer implica un sacrificio de bienestar presente (y de ahí una de las justificaciones del interés: cobramos interés porque ahorrar es una sacrificio de bienestar, y ese interés se paga con la nueva renta generada en el futuro mediante nuestra inversión). Nada, de nuevo, que no pueda entender un economista mínimamente leído.
  8. La distribución del consumo no es un buen parámetro para medir la desigualdad: El consumo es mucho mejor proxy del bienestar real que la renta (salvo para los envidiosos), pues recoge el acceso real a bienes y servicios. Una persona que ahorre siempre y jamás consuma, podrá ser una persona con mucho patrimonio, pero también será una persona que llevará un modo de vida mísero. Si ricos y pobres viven en las mismas casas, disfrutan de la misma comida, disfrutan del mismo ocio, visten la misma ropa… ¿En qué difiere su bienestar? En nada, salvo que el rico tiene más patrimonio que el pobre (lo que no digo que no sea relevante a efectos de seguridad u ostentación). Esto no es algo que sostenga sólo un servidor, sino que recientemente el Premio Nobel de Economía Kenneth Arrow ha expresado análogas opiniones: “There is a strong argument for emphasizing consumption. Why, after all, do we consider inequality in wealth, income, or consumption to be undesirable? If we consider only economic arguments, it is because the poor are being deprived of goods that are valuable to their lives, exactly because they are more basic than the desires of the rich”. Es razonable que uno intente contraargumentar que el Gini de renta sigue siendo más relevante que el de consumo, pero lo que resulta absurdo es afirmar que las mediciones de desigualdad de consumo no valen “de nada” en los países europeos.

En definitiva, estoy seguro de que se pueden hacer buenas críticas al informe, pero, por favor, subamos un poco el nivel. Lo anterior es sólo un complejo de sectarios prejuicios que en nada contribuyen salvo a descalificar, por el fondo y por la forma, a quien los escribe.

Más artículos