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Salvaje libertad

Publicado en Libertad Digital

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La visión corporativista y fascistoide de la economía se impone.

Leí en La Vanguardia unas declaraciones de don Jordi Baigetconseller d’Empresa i Coneixement de la Generalitat catalana, que es economista y dice: «No apostamos por una liberalización salvaje que permita aperturas indiscriminadas en festivos ni por un modelo de comercio en las periferias urbanas», porque quiere hacer política de «forma conjunta y consensuada, con las organizaciones y empresas del sector (…) no estamos en contra de eliminar las rebajas. Tenemos que verlo. Pero antes tenemos que hablarlo con todos los implicados, abrir un diálogo con ellos. Si vemos que tenemos que dar un poco más de libertad en ese aspecto, lo haremos».

Es curioso cómo los políticos nacionalistas, que presumen de ser diferentes de sus colegas en los demás partidos, no lo son. En efecto, todos los políticos de todos los partidos apuestancomo si el dinero fuera suyo. Y todos dicen que, lógicamente, están a favor de la libertad, pero, atención, nunca puede ser «salvaje». Lo llamativo del caso es que llaman «salvaje» a la libertad civilizada por excelencia, es decir, la que brota de las decisiones libres de los ciudadanos y sus contratos voluntarios. A eso, a la libertad lisa y llana, la abominan como expresión de salvajismo.

Se ve que para ellos lo contrario de lo salvaje es cuando ellos recortan la libertad, por ejemplo, imponiendo ellos los días en que unos comerciantes que quieren abrir y vender, y unos clientes que quieren acudir a sus locales y comprar podrán hacerlo. Es decir, como rechazan las «aperturas indiscriminadas», van a discriminar ellos como mejor les parezca. Lógicamente, si empresarios y clientes quieren que el comercio se realice a las afueras de las ciudades, los políticos en ningún caso lo van a permitir.

La visión corporativista y fascistoide de la economía se impone. Me pregunto si los políticos que presumen de demócratas son conscientes de que eso de hablar con «todos los implicados» es de una profunda raíz franquista. Pero, sea como fuere, el equívoco fundamental es que el señor Baiget nunca podrá hablar con «todos», porque jamás podrá hacerlo con los millones de catalanes que hacen las compras. Entonces, cuando alega que hablará con «todos» se refiere sólo a los grupos de presión políticos, sindicales y empresariales, pero nunca a “todos”.

Y lo más delicioso son esas dos notas finales. Primera: «No estamos en contra de eliminar las rebajas». Menos mal, don Jordi, menos mal. Y la segunda es esa joya inimitable: «Si tenemos que dar un poco más de libertad, lo haremos».

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