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Tareck El Aissami: narcoislamismo en Venezuela

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El régimen venezolano está tomado por los cárteles de la droga.

La muerte de Fidel Castro supuso un hito en la historia del narcotráfico. Castro, que nunca se desvió un ápice de su sempiterna lucha contra el “imperio americano”, veía el tráfico de drogas que él amparaba y protegía como un arma revolucionaria más. La conversión de la guerrilla colombiana, que ya era una organización delictiva, en una organización de producción y venta de cocaína facilitó esa coalición de intereses que es la narcorrevolución.

Fidel abrió el camino, y otros lo han seguido. Es el caso de Venezuela. El régimen creado por Hugo Chavez a partir de la democracia venezolana, a pesar de contar con el petróleo y el gas, no ha renunciado a la narco política, y ha acabado por convertir al gobierno en un árbitro de cárteles de la droga. Para desatarse las manos, expulsó a la DEA de Venezuela en 2005. La muestra más espectacular hasta el momento de esta deriva ha sido la declaración por parte del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos del vicepresidente venezolano, Tareck El Aissami, como cabecilla de una poderosa red de narcotráfico.

El Departamento del Tesoro ha anunciado que bloquea sus activos en los Estados Unidos, e impide que cualquier empresa o ciudadano estadounidense haga negocios con él. Según la información recabada por el Departamento del Tesoro, Tareck El Aissami ha estado supervisando y organizando el envío de drogas desde las bases aéreas y los puertos de Venezuela, primero como ministro de Interior y Justicia (2008-2012) y luego como Gobernador de Aragua (2012-2017). El Aissami también le ha facilitado el trabajo a otros narcotraficantes, como Walid Makled García, y ha coordinado el envío de drogas a organizaciones como la mejicana Los Zetas. Y han estado bajo su protección otros cabecillas de organizaciones dedicadas al tráfico, como Hermágoras González Polanco o el colombiano Daniel Barrera Barrera.

Entre quienes han señalado a El Aissami como narcotraficante están Walid Makled, otro cabecilla del narco, Rafael Isea, antecesor de Tareck como Gobernador de Aragua que está en un programa de protección de testigos de la DEA, y los “narcosobrinos”. Un ex diputado boliviano, José Brechnerle señala como el hombre que maneja el tráfico de drogas también en el narcoestado boliviano.

El régimen está tomado por los cárteles de la droga. Otro que está en el punto de mira de los Estados Unidos es el sucesor de Tateck El Aissami en el Ministerio del Interior, Néstor ReverolHugo Armando Carvajal Barrios, ex director de los servicios de inteligencia venezolanos (2004-2011), o Henry de Jesús Rangel Silva, gobernador de Trujillo y ex ministro de Defensa. Diosdado Cabello, número dos del PSUV, ha sido acusado por su ex jefe de seguridad, Leamsy Salazar, como el cabecilla del Cartel de los Soles. El caso de los “narcosobrinos” muestra que la familia de Nicolás Maduro no está al margen.

Pero esta es sólo parte de la historia que hay detrás de El Aissami y del dedo acusador de los Estados Unidos dirigido contra él. Entre 2007 y 2010 había vuelos regulares entre Caracas y Taherán, con parada en Damasco, en las que el régimen de Chávez entregaba drogas a cambio de dinero y armas, y traía terroristas de Hezbolá desde Siria e Irán. Venezuela ha estado expidiendo pasaportes a terroristas para que se moviesen con libertad por Iberoamérica. Es lo que se ha llamado Aeroterror.

Según el testimonio de Joseph Humire ante la Cámara de Representantes, “durante años, El Aissami ha desarrollado una red financiera sofisticada, en varias capas, que funciona como un oleoducto criminal que importa militantes islamistas a Venezuela y a los países circundantes, y envía fondos y drogas ilícitas desde Latino América a Oriente Medio”. Humire precisa más adelante que “se sospecha que esta organización de inmigración también tiene lugar en Ecuador, Nicaragua y Bolivia, así como en varios países caribeños”. Joseph Humire es el director ejecutivo del Center for a Secure Free Society, y autor del libro Iran Strategic Penetration of Latin America.

Congelar los activos de Tareck El Aissami es una decisión política adoptada por la Administración Trump, y que su antecesor, Barack Obama, se ha estado ahorrando pese a que el gobierno federal tiene cumplida información de sus actividades delictivas desde hace años. El pasado 8 de febrero, 34 legisladores exigieron en una carta al presidente Trump que “realice acciones inmediatas para sancionar a los funcionarios del régimen”.

Esa decisión tiene un sentido político muy claro. Tareck El Aissami ha sido nombrado vicepresidente de Venezuela el 4 de enero de este año, y asume 15 poderes que antes estaba en manos del presidente Maduro. En contra de lo que podían pensar los televidentes de RTVE cuando la televisión pública española presentó al entonces desconocido Nicolás Maduro, el hombre es un incompetente. Su función política consiste en fingir la continuidad. Pero el nuevo hombre fuerte del régimen es El Aissami. Algo que debe entenderse como un aumento de la influencia de Irán en Venezuela, y una respuesta de la llegada a la Casa Blanca de un presidente que no es amigo del régimen chavista. El Aissami, cuyo discurso es más progresista, o más represor, que el de Maduro, ya se ve como el sustituto oficial del actual presidente.

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