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Testigo directo: «Se me muere el alma, Venezuela

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Vivir un acontecimiento histórico en el país donde ocurre es un privilegio. Yo tuve la suerte de seguir el anuncio oficial de la muerte de Hugo Chávez desde Caracas, donde se vivió con una combinación de incertidumbre, tristeza, miedo y esperanza.

El rumor se intensificaba durante el día en la ciudad, a medida que la presión de la prensa internacional se encontraba con respuestas dispares de los medios de comunicación oficiales.

La reacción de la población ante el anuncio oficial fue de estupor. Tristeza evidente en el chavismo ("se me muere el alma" decía una señora) y prudencia y esperanza en la oposición, que no tiene clara su victoria en las próximas elecciones. Caracas permanecía tranquila a pesar de los mensajes que alertaban sobre una posible "intervención imperialista" y llamadas a la concentración de duelo en todas las plazas de Bolívar del país.

En Venezuela han aprendido a "prepararse para el precipicio", y es un pueblo sabio que ha sobrevivido a muchos gobiernos que han tenido como denominador común hacer promesas sin cumplirlas. Los hoteles del centro, tras varios días casi desiertos, eran un hervidero de periodistas y curiosos usando la red Wi-Fi para transmitir y escuchar las noticias al minuto.

En Venezuela existe un evidente apoyo al chavismo. Negarlo es ridículo. Pero también, dentro de ese apoyo, se percibe que el modelo de aislamiento ha llevado a la economía a una situación poco sostenible. Por ello, hay cierta esperanza de que se lleve a cabo una tímida apertura, aunque nadie cree que vaya a producirse de manera inminente y no será, ni mucho menos, similar a la del país vecino, Colombia.

"Sólo quiero poder comprar lo que necesito para sobrevivir", dice un camarero que ha visto la inflación dispararse un 30% anual. El bolívar del mercado negro cotiza a 26 contra el dolar frente a 6 de tipo oficial, y la economía sumergida se dispara. Mientras, la televisión muestra un anuncio que implora "no caer en las compras impulsivas".

"Los planes siniestros del imperialismo deben ser combatidos desde la unidad revolucionaria", cuenta un telediario, temiendo que la ola expropiadora del régimen de Chávez llegue a su fin. Sin embargo, la mayoría de la gente con la que hablo cree que el Gobierno, antes de abrir la economía, volverá a recurrir a inundar de dinero a los sectores subvencionados para perpetuar un régimen que, a pesar de contar con riqueza petrolera y ver el precio del barril duplicarse en su mandato, se ha embarcado en una espiral peligrosa de devaluación, deuda e inflación. Es sorprendente que un país en el que el 50% de la economía viene de ingresos del petróleo haya disparado la deuda publica, con un déficit cercano al 9%, y la de su petrolera nacional. Y cuesta ver enormes resultados de la inversión social.

"Con lo que hoy te compras un café y un desayuno hace veinte años te comprabas un carro", me dice el conductor mientras visitamos instalaciones petroleras, en una nación que necesita de su riqueza y sin embargo, dona casi cien mil barriles al día a Cuba -que consume 40.000-. El resto "lo exportan" a cambio de ayuda sanitaria y guía ideológica.

De momento, las implicaciones de la muerte de Chávez pueden llevar a un repunte del precio del crudo a corto plazo, ante el riesgo de reducción de inversiones y producción, a lo que habría que añadir posibles tensiones geopolíticas. Pero la influencia de Venezuela en movimientos del mercado del petróleo ya demostró ser mínima la última vez que se lanzaron mensajes de parar las exportaciones a EEUU, que cada vez depende menos del crudo importado, mientras Venezuela por el contrario, depende más de sus exportaciones -para ello muy capitalistas- a China y otros países. También puede tener un impacto geopolítico sobre países como Bolivia y Ecuador que han seguido el modelo Chávez.

A las 12 de la noche, tranquilidad absoluta en Caracas

No me sorprendió la participación en las manifestaciones de apoyo a un Hugo Chávez que segun Telesur "despertó el sublime amor entre un pueblo que le adoró". La propaganda es incesante. Fundamentalmente porque es cierto que Chávez supo aglutinar el voto de esa mayoría de pobres que no contaban y no votaban. Pero esa revolución y su promesa se sustentan hoy en una combinación muy compleja de petroleo, subvenciones, endeudamiento y devaluación, que hace agua si la producción o el precio del crudo se estancan. Los dos millones y medio de barriles al día de producción no sostienen al resto de la economía sin capital internacional.

Efectivamente, a pesar de las promesas, la mayoría pobre ha recibido "mucho debate" pero "menos de bote", bromea un trabajador local.

Se comentaba que las políticas sociales de Chávez no van a poder pararse, dada la enorme desigualdad del país. Los regalos en petroleo a ‘países amigos’ tampoco pueden cortarse en un proceso electoral que llevará un par de meses, con la economía estancada y la administración sufriendo el vacío de poder de un personaje tan carismático. Pero además, el proceso de transición necesita mantener viva la imagen de Chávez a la vez que ofrece soluciones económicas efectivas.

Rafael Ramírez, ministro de minería y energía y uno de los más brillantes políticos del país, reiteró ayer la política de "plena soberanía petrolera". Sin embargo, con una PDVSA que subvenciona más de 10.000 millones de dólares en proyectos sociales, que ha aumentado su deuda casi un 50%, y que ve su producción declinar por falta de inversión, cuesta ver cómo va a seguir el país sosteniendo un modelo que necesita capital extranjero más que nunca.

Venezuela posee un potencial económico espectacular. En ese desarrollo, el capital internacional será esencial. Por lo tanto, es imperativo buscar un equilibrio que permita reducir las desigualdades y crecer sin hundir la moneda y subvencionar. La solución está muy cerca. Abrir el acceso a la inversión sin perder el aspecto público de los sectores estratégicos, como hacen tantos países productores, sin ir más lejos Colombia o Brasil. Y libre mercado, que le ha faltado a este maravilloso país desde hace muchas décadas.

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