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En la muerte de Robert Conquest

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Conquest documentó la muerte de 14,5 millones de campesinos como consecuencia de las hambrunas que deliberadamente provocó Stalin.

En el principio fue Robert Conquest. Cuando sobre Occidente caía un plomizo consenso de vítores en torno al comunismo, el historiador británico-estadounidense, fallecido este pasado lunes, se atrevió a denunciar que el rey estaba desnudo. Gracias a Conquest, el mundo (o al menos quienes estuvieron dispuestos a quitarse la venda) supo que el comunismo, lejos de traer el paraíso a la tierra, había implantado un régimen de muerte y destrucción como nunca antes había conocido la historia. Sus estudios sobre las purgas de Stalin, El Gran terror, primero, y la colectivización soviética de los años 30, The Harvest of Sorrow. Soviet Collectivization and the Terror-famine, después, arrojaron luz sobre la verdadera faz del comunismo: el genocida georgiano (al igual que su sosias y precursor Lenin, el dedo que empezó a señalar el camino) no fue una desviación del socialismo real sino su inevitable encarnación.

Al igual que el nazismo debía construirse a partir de la erradicación de los enemigos de la raza aria, el comunismo, años antes (Felix Dzerzhinsky, el fundador de la Checa, proponía, en los meses previos a la revolución bolchevique, eliminar a sectores enteros de la población para cambiar la correlación de fuerzas políticas en la sociedad), comenzó a erigir su infierno sobre el exterminio de los enemigos de clase. Así, Conquest documentó la muerte de 14,5 millones de campesinos como consecuencia de las hambrunas (además de las deportaciones y ejecuciones) que deliberadamente provocó Stalin. Y es que los kuláks, los pequeños y florecientes propietarios de tierras que todavía quedaban tras la Guerra Civil, suponían una amenaza para el poder bolchevique y debían ser aniquilados.

Robert Conquest fue un ejemplo de esperanza: incluso en las peores circunstancias (en buena medida no muy distintas de las actuales), en los años de plomo en los que para ser reconocido intelectualmente no quedaba más remedio que aplaudir con las orejas a los peores criminales, su voz se alzó en un océano de mentiras. Mientras pueda surgir algún robert conquest, el Mal no triunfará definitivamente. «I told you so, you fucking fools«. Descanse en paz.

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