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La nueva clase

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Entrar en la neocasta no es gratis. Se exige una adecuada falta de escrúpulos y permanente activismo en la defensa del sistema, junto con el necesario servilismo incondicional.

En 1957, el disidente comunista yugoslavo Milovan Djilas publicó con ese título su obra dedicada a analizar las realidades del sistema comunista tras una década en el poder. Djilas pasaría a formar pronto parte de la antología de imprescindibles –junto a Victor Kravchenko, Jan Valtin, Eudocio Ravines, Arthur Koestler o Whittaker Chambers– para comprender el funcionamiento del socialismo real y especialmente la dinámica de la neocasta hegemónica.

Estas son resumidas las tesis escritas por Djilas hace ya casi seis décadas:

  • La revolución sólo beneficia a la nueva burocracia, entiéndase a los cuadros obedientes del partido.
  • La nueva clase concentra en sus manos el poder político; la disposición, administración, uso y disfrute de toda la propiedad del país -denominarla pública es una mera fórmula lingüística para confundir- y el monopolio ideológico sustentado sobre los círculos represivos.
  • Dado que la nueva clase obtiene su poder y recursos a través de una forma especial de propiedad –llamada pública o nacionalizada–, necesita destruir las formas alternativas de propiedad que la limitan. Por eso la nueva clase se encuentra inevitablemente en guerra con todo lo que no maneja y disfruta, y de ahí emana su aspiración totalitaria.

En palabras de Djilas, se trata de una forma ideal de parasitismo que, oculta bajo una fraseología revolucionaria –propiedad colectiva, interés público…–, da acceso a las comodidades del denostado capitalismo mediante el acceso restringido a divisas fuertes, tiendas especiales, hospitales,  escuelas, urbanizaciones y balnearios exclusivos.

Eso sí, entrar en la neocasta no es gratis. Para escalar se exige una adecuada falta de escrúpulos y permanente activismo en la defensa del sistema, junto con el necesario servilismo incondicional.

Lectura imprescindible para las jóvenes generaciones. Se puede decir más alto, pero no más claro.

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