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Thomas Sowell, políticamente incorrecto

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Sowell explicó que las intervenciones políticas, por mucho que se adornen con el ropaje de las buenas intenciones, tan solo generan destrucción y pobreza.

Thomas Sowell, sin duda uno de los mejores economistas y pensadores con los que ha contado la causa de la libertad, ha anunciado su retirada como articulista. Valgan las siguientes líneas como merecido tributo por tanto como nos ha aportado.

«La primera enseñanza de la economía es la escasez: nunca hay suficiente de algo para satisfacer plenamente a todos los que lo quieren. La primera enseñanza de la política consiste en ignorar la primera enseñanza de la economía». Pocas reflexiones resumen mejor su obra: Sowell explicó en sus libros y artículos que las intervenciones políticas, por mucho que se adornen con el ropaje de las buenas intenciones, tan solo generan destrucción y pobreza. En particular, Sowell fue un declarado enemigo de las leyes de discriminación positiva y de las prestaciones del Estado de bienestar, causantes de un proceso de descivilización cuyas principales víctimas son precisamente los más desfavorecidos, aquellos a los que los ungidos (en terminología sowelliana, los políticos, funcionarios e intelectuales de cámara) pretendían salvar.

Sowell, un negro sureño de extracción muy humilde, colocó el foco en los perversos incentivos que provoca el consenso socialdemócrata a partir de una legislación que busca, mediante la ingeniería social, revertir situaciones pretéritas de discriminación padecidas por determinados «colectivos» (mujeres, homosexuales y, en especial, los propios afroamericanos). Al contrario de lo que la ortodoxia, en la línea marcada en los años 60 por personajes tan siniestros como Jesse Jackson o Malmcom X, ha establecido (la culpa de todo la tienen los blancos), Sowell demostró que los subsidios y toda la panoplia de ayudas estatales son el principal obstáculo al que se enfrenta la comunidad negra para prosperar. ¿Qué incentivo puede haber para formarse y trabajar duro si el Estado enchufa todos los meses una generosa renta por no hacer nada?

En definitiva, nuestro hombre constató, por un lado, que hay dos visiones a la hora de explicar el mundo: la utópica, que considera que las desigualdades deben ser corregidas desde el poder político siguiendo las recetas de la minoría ungida (en ese sentido, únicamente habrá justicia cuando se consiga una igualdad en los resultados), y la tradicional, que entiende que, a pesar de que el ser humano es imperfecto, a lo único a lo que podemos aspirar es a establecer un marco institucional en el que simplemente se garantice la igualdad ante la ley, la libertad individual y el respeto a las normas de tipo moral resultado del proceso evolutivo de incontables generaciones enfrentadas con problemas cotidianos como criar a los hijos, darse soporte mutuo, resolver las escaseces, controlar los comportamientos antisociales, etc. (a partir de ahí, cualquier resultado será justo); y, por otro, que la primera visión, la utópica, es abrumadoramente mayoritaria en la política, los medios de comunicación y las universidades.

Recojamos el sabio testigo de Sowell para tratar de corregir, desde la batalla de las ideas, tal desequilibrio. A él se lo debemos.

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