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‘Avatar’: la verdadera historia

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Realmente ha sido el éxito de estas navidades. Quién no se ha conmovido viendo en 3D las peripecias de los indígenas de Pandora, los navis, tratando de salvar su Árbol Madre de la codicia del capitalismo-imperialismo americano, siempre en busca de pueblos a los que explotar y esquilmando las materias primas de la tierra.

Una lucha desigual en la que los navis, luchando con arcos y flechas, se marcan una Intifada y, ayudados por unos dragones alados con los que tienen una relación que ya querría el cabo Rusty con Rin Tin Tin, plantan cara a los mismísimos marines. Además, hay una linda historia de amor en la cual una indígena navi, que realmente no está nada mal y encima es muy progre y liberada, le enseña al prota (un marine que ha sido enviado dentro de un cuerpo navi a espiar a su pueblo para robarles minerales) los valores de respeto a la naturaleza, sostenibilidad y solidaridad innatos en la raza navi… entre otros temas más personales.

Así, el marine se encoña, digo se solidariza con la hembra navi y, aunque le cuesta adaptarse a una cultura que le es ajena y tiene verdaderos problemas con el idioma, finalmente decide traicionar a sus compatriotas (algo así como Montilla, pero con un poco más de estilo) y plantar cara a la maquinaria bélica americana.

Todo precioso. Incluso Evo Morales ha declarado sentirse identificado con los navis, lo cual no está nada mal, teniendo en cuenta que los susodichos navis son azules y miden casi tres metros, mientras que el líder indigenista bolivianos es más bien chaparro y de tez cetrina. Repito, todo precioso, pero no sucedió así.

El amigo James Cameron se ha marcado una peli que no respeta lo más mínimo qué es lo que pasó cuando los americanos llegaron a Pandora, sino que ha cocinado un refrito entre Pocahontas de Disney y las obras completas de Rosseau, con algo de Tarzán de los Monos. Eso sí, en 3D y con unos efectos especiales que te dejan boquiabierto. Pero la verdadera historia de lo que pasó en Pandora es muy diferente.

– En primer lugar, los Navis, como todos los pueblos primitivos, vivían en un estado de guerra perpetua entre clanes. La esperanza de vida era bajísima y, en general, se mataban unos a otros y practicaban el canibalismo, los sacrificios naviazos; como en todas las sociedades primitivas, la esclavitud era una práctica común. La llegada de los americanos, como la de los españoles al Imperio Azteca, prohibiendo los sacrificios a los dioses, o la de los británicos a  la India persiguiendo las cremaciones de viudas, significó el fin de dichas bárbaras prácticas.

– El supuesto equilibrio ecológico que mantenían los navis no era tal. De hecho, estaban acabando con las poblaciones de grandes animales y dragones alados, al igual que los primitivos pobladores protoindios de Norteamérica acabaron con la megafauna pleistocénica o los navegantes polinesios que arribaron a Nueva Zelanda se cepillaron a todos  los moas. La introducción por parte americana de modernas técnicas de gestión de la fauna y la aparición de ecoturistas dispuestos a dejarse unos dólares por fotografiar dichos animales, hizo que los navis se planteasen que era más rentable (y menos cansado) ser guía turístico o camarero en un lodge, que cazador con dragones alados, con lo que la presión sobre la fauna disminuyó.

– Las hembras navi no estaban lo que se dice liberadas. Al igual que en los pueblos de Nueva Guinea o en las tribus yanomami de la Amazonia, las hembras estaban claramente en una situación inferior, sin derechos, siendo propiedad de los machos y tratadas como mercancía. La mentalidad políticamente correcta de los recién llegados americanos cambió esta situación.

– Como todo pueblo sin acceso a la medicina moderna y a las prácticas higiénicas actuales, los navis eran acosados por enfermedades endémicas, parásitos internos y problemas de desarrollo debido a la malnutrición. Con la llegada de los americanos los índices sanitarios dieron un salto espectacular.

Finalmente, sí hubo descontentos, agitadores, etc., una especie de liberados sindicales, que iban por las nuevas urbanizaciones que habían surgido con piscina y televisión a las que los navis, con la pasta que habían ganado trabajando en la industria mineral, se estaban desplazando a vivir de forma masiva. Dichos elementos trataban de atizar el descontento entre la población nativa y, de paso, presionar a las autoridades coloniales USA para que les diesen una subvención.

– “¡No queremos a los americanos¡ ¡Yankees go home! ¿Qué les debemos a los americanos?”, grita el agitador

– “Las vacunas y las campañas de desparasitación”, contesta un voz tímidamente.

– “Bueno, las vacunas y las campañas de desparasitación, ¡pero nada más!”

– “Y el alcantarillado…”.

– “Han acabado con los sacrificios navianos y las guerra de clanes. Gracias a ellos, no hay malnutrición ni esclavitud”.

– “Han hecho respetar los derechos de las hembras”.

– “Tenemos casas de verdad, televisores, aire acondicionado…”.

– “Hemos aprendido inglés, podemos salir de Pandora y viajar por toda la galaxia”.

– “Vale. Pero ¿aparte de las vacunas, el alcantarillado, la casas, los derechos de las hembras, el fin de la malnutrición, la esclavitud, las guerras de clanes, los sacrificios, los televisores, el idioma inglés, etc., qué les debemos a los americanos?” (sic)(aunque creo que esta escena la he visto en alguna otra película).

Finalmente, qué pasó con los protagonistas a nivel personal. Suertes distintas. Mientras que el marine que tomó avatar de navi aprovechó sus tres metros para fichar por la NBA y que Niké lanzase unas zapatillas con su nombre (dicho sea de paso, los navis monopolizan desde entonces la posición de center en dicha liga), a la bella indígena le salió mal la jugada.

El susodicho marine la preñó, se piró a la tierra “a la francesa “ y ahora, soltera y con cuatro cachorros navi que alimentar, pues las camadas navi son múltiples, trabaja de reponedora en un Mercadona que se acaba de abrir en Pandora…

En fin, que esto es lo que realmente pasó.

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