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Crisis y Leviatán

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“El modo en que las élites manipulan la ideología dominante puede determinar en gran parte el resultado del proceso político”, Robert Higgs.

Uno de los hechos más notables y con mayores implicaciones en referencia a la vida en sociedad es el crecimiento del Estado en el último siglo y medio. ¿Han dado las ciencias sociales una explicación satisfactoria? Desde un punto de vista de justificación del Estado y de sus funciones, la respuesta es fácil: La sociedad necesita de la acción del Estado para evitar graves males y lograr avances que, sin su intervención, nunca se alcanzarían. Otra respuesta es que a medida que somos más ricos, nos podemos permitir un Estado más dotado de recursos, como quien se compra un coche mejor a medida que va progresando en la vida. Pero desde un punto de vista crítico con esa presencia excesiva del Estado es necesario dar una explicación algo más elaborada.

El Estado es una organización que se arroga unas funciones, que está sancionado o ungido por una ideología que lo justifica, y que posee una capacidad de generar violencia bien como monopolio, como decía Max Weber, bien como una mera preeminencia sobre otras organizaciones. Funciones, ideología, violencia. Esta última por sí sola no podría sostener al Estado más que a un nivel muy pobre, e inestable. Las funciones se confunden con la ideología que lo justifica, pero también con la violencia, pues el choque entre diversos sectores de la vida en común lleva a forjar acuerdos que, cuando se repiten y demuestran su capacidad de favorecer la estabilidad, cristalizan en instituciones.

El historiador Robert Higgs ha recogido estos elementos, ha centrado su mirada a un país, los Estados Unidos, y a una época, el siglo XX, y el resultado es un libro extraordinario, cuyo título se puede traducir al español como Crisis y Leviatán. Episodios críticos en el crecimiento del gobierno americano.

El problema histórico al que se enfrenta Higgs está, por tanto acotado. Y se trata de la observación de que en los Estados Unidos prevalecía lo que se ha llamado laissez faire. Prevalecía, en realidad, la limitación al poder excesivo y arbitrario del Estado, sin dejar por ello de reconocer que éste fue ganando ámbitos de actuación, como por ejemplo en el ámbito monetario. Pero a finales del siglo XIX se produce un cambio fundamental hacia una mayor presencia generalizada del Estado, que no ha dejado de operar.

En primer lugar, Higgs considera que es más relevante, en ese crecimiento, la extensión en la capacidad del Estado de decidir sobre nuevos ámbitos de la economía que el mero crecimiento en el tamaño del presupuesto público; él se refiere a “la medida en la que la autoridad efectiva sobre la toma de decisiones económicas; es decir: la gran medida en la que los funcionarios del gobierno, en lugar de los ciudadanos privados, deciden de forma efectiva sobre cómo deben ser asignados, empleados y disfrutados los recursos”.

El autor no cae en la pretensión de encontrar una explicación única, monista, del crecimiento del Estado. Comienza por dar cuenta de varias teorías, y no llega a rechazar ninguna. Pero considera que hay dos que son las que más contribuyen a explicar este cambio secular: las crisis y la ideología.

Hay situaciones en las que, por una guerra, o por el período depresivo de un ciclo económico, se puede decir que la sociedad vive una crisis. Es entonces cuando se oyen los mensajes de que el gobierno tiene que “hacer algo”, incluso por parte de quienes, en una situación más apaciguada, estarían en contra de que el Estado se extralimitase. Pero la emergencia del momento exige, se entiende, medidas extraordinarias, sólo para atender esos problemas, y sólo durante el tiempo en el que se mantenga la emergencia.

Esta explicación es interesante, pero se enfrenta a un problema: la historia de los Estados Unidos ha conocido importantes crisis antes de la I Guerra Mundial, que es cuando se produce el gozne en la historia de la intervención masiva del Estado. Como por ejemplo la guerra de 1812 o la guerra civil o la larga crisis económica de finales del siglo XIX. Si la crisis no ha sido suficiente para provocar, por sí sola, ese aumento del papel del Estado, entonces es que no lo explica por sí sola.

Higgs es muy consciente de este problema, y él mismo lo expone. No es suficiente, dice, ya que necesita de otro elemento para explicar este fenómeno: el cambio ideológico. De hecho, Higgs expone la situación en la crisis económica finisecular a la que se enfrentó el presidente Groover Cleveland. Si entonces no se produjo ese aumento del poder del Estado fue porque todavía prevalecía la ideología liberal clásica. Pero la era progresista cambió esa situación, e hizo que el estatismo ganase adeptos y se filtrase por amplias capas de la sociedad. De modo que cuando se produjo la siguiente crisis, la I Guerra Mundial, se produjo el primer episodio de crecimiento generalizado del poder del Estado sobre la sociedad.

La actuación del Estado es muy potente por lo que se refiere a su capacidad para distribuir renta y riqueza de un grupo social a otro, y a sí mismo, pues en eso consiste la política. Una acción que va como un embudo: de los grupos amplios, desorganizados, sin incentivos para llevar a cabo una acción que limite esa acción, a grupos pequeños, organizados, y con muchos incentivos para ser eficaces en la intervención estatal. Por lo que se refiere a esos intereses tanto como por lo que se refiere al papel de la ideología, Higgs señala directamente a lo que llama las élites: “El modo en que las élites manipulan la ideología dominante puede determinar en gran parte el resultado del proceso político”, que ya hemos dicho en qué consiste.

En la teoría de Higgs hay un elemento más que tener en cuenta. Las crisis pasan. La prosperidad vuelve. ¿Qué ocurre entonces? El efecto-trinquete, o el efecto de la rueda dentada. El Estado da pasos adelante, pero pocos pasos atrás. Las medidas que sólo se justificaban por la situación de emergencia, que sólo entonces se permitieron pese a que se consideraban en general invasivas, no desaparecen del todo, o al menos no todas ellas.

Sus ideas acompañan eficazmente los hechos en el siglo XX, pero sufren para encajar en otros períodos, como la Guerra entre los Estados. Crisis y Leviatán es sólo una obra de Robert Higgs, cuyas contribuciones a la historia son muy importantes. 

1 Comentario

  1. El problema es más antiguo.
    El problema es más antiguo. La confusión entre la forma de gobierno y los poderes del Estado de los más influyentes filósofos de la Ilustración (Rousseau, Voltaire), produjo la noción de que Leviatán, el estado absolutista descrito por Hobbes, dejaría de ser un monstruo por adoptar la forma de una democracia, o, peor, que su monstruosidad sería legítima si adoptaba la forma de una democracia. El Leviatán democrático ya mostró ser más insaciable que el monárquico en los gobiernos europeos desde el principio. Si no se mostró así en los Estados Unidos fue porque estos se constituyeron antes de la revolución francesa, y porque sus fundadores eran seguidores de Locke, Hume y Adam Smith y no de Rousseau, Voltaire y Kant. Los avances tecnológicos, como el ferrocarril, los automóviles, la electricidad, etc., que requieren grandes obras difíciles de afrontar sin los poderes del Estado, las guerras mundiales y la difusión del comunismo y el nacional-socialismo han cambiado de forma muy importante el peso del Estado, en la vida de los paises, pero esos cambios no habrían sido posibles sin la base de la elección del gobierno sobre «un hombre, un voto» de la actividad política, en vez de «una participación , un voto» de las sociedades anónimas. Al parecer cada vez tienen más poder los que quieren vivir del sudor del de enfrente en vez del sudor de su frente, también en los Estados Unidos.


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