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De lobos y corderos

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Los que creen en forjar su destino con optimismo, olvidémonos, tienen poco que rascar. De ellos viven todos los demás.

La libertad no vende. O no lo hace por lo general. Libertad es ir a tientas. Pero no es ir sin red. Eso un liberal lo sabe, pero no es ni mucho menos la percepción común.

El sentimiento tribal nos domina. Lo civilizado, que tampoco vende –suena a rancio hasta para muchos liberales-, es dominar, amaestrar esos instintos. Lo demás es hacer el salvaje. Sin más. Si bien, nadie lo pone en duda, ser un salvaje es de lo más normal, de lo más natural… Así nacemos. Y parece que así vamos a seguir.

Natural es la superchería, la envidia, el resentimiento, la protección en la horda, el repudio al externo, su sometimiento, el desprecio a cuerpo y mente propios, y no digamos ajenos.

Lo que no es natural, aun cuando le queramos dar cierto carácter de tal apelando al proceso evolutivo, es el sistema de normas y valores, explícitos y tácitos, que ha permitido aplacar a la bestia. Cualquier institución, en el sentido mengeriano, pone a sus usuarios en un estado de credulidad imposible de soportar para muchas angustiadas almas. La institución -por ejemplo, los buenos modales- es adoptada de forma velada e inconsciente tras la observación y posterior repetición. Ni siquiera es un proceso consciente en muchos casos, lo que lleva a un estado de suma incomprensión sobre por qué hacemos lo que hacemos y si hemos tenido un verdadero papel en esa elección. No se ha mostrado conformidad previamente en su uso ni se ha concebido personalmente (o colectivamente) como resultado de un acto deliberado.

En el éxito de una institución también radica la semilla de su ruina: la rebeldía. ¿No escuchamos incesantemente lamentos contra el dinero, los “mercados”, el lenguaje (hoy en los colegios se enseña que no hay que aprender ortografía porque existen correctores de texto…), la propiedad privada, las buenas maneras, el respeto a los demás?

Las instituciones sociales no son naturales, incomodan. Se está aceptando algo pregeneracional, que no está refrendado por uno mismo y que además resuelve fines algo abstractos: los intercambios, la paz, la prosperidad, la concordia, la civilización, un mejor futuro. Demasiado complicado todo, demasiado lejano, demasiado oscuro. En el otro lado, las necesidades más inmediatas o directas: aliviarse cualquier necesidad fisiológica en público (cualquiera que esta sea), una violación en grupo o darle una paliza a algún bicho raro que miró mal. ¿Por qué no? Es lo natural.

El problema, si es que lo hay, reside en que estos comportamientos no son algo aislado del rumbo que toma la sociedad, de sus ideas ni de los sistemas políticos y los dirigentes que alcanzan el éxito en cada momento.

La libertad no vende, efectivamente. La civilización tampoco. Existe miedo, inseguridad, incertidumbre. Cada quien lidia con la “escasez”, que se halla en la base de estos sentimientos que nos atosigan, de diferente manera. Varias son las vías. De qué comportamientos o relaciones entre pares se extiendan y generalicen depende el curso de la Historia misma:

  • Soy dueño de mi destino: Puedo con esto, puedo cambiar las cosas, lo que hago tiene impacto, yo creo Historia. No soy un pelele zarandeado por los avatares del entorno. Ser individualista (para un liberal) no es hacer lo que nos dé la gana. Es tener fe: en nuestra capacidad y en el resultado de la cooperación con los demás. Es ser un optimista (a veces, llamado Tío Tom…). Es tener la certeza de que la tarta crece por medio de la creatividad y el pundonor, de que hay forma de combatir y luchar contra la escasez para lograr bienestar y progreso. Y eso pese a que el mundo esté aún por hacer y todo sea incierto.
  • Carpe diem: Dicho en cristiano, “que nos quiten lo bailao”. Hedonismo, violencia, en cualquier lado se puede acabar. Como mínimo, decadencia, como máximo, crimen y caos. Inseguridad personal, siempre. Irresponsabilidad, por definición. Y es que en época de vacas flacas, sacrifiquemos a la vaca. Al cabo, “a largo plazo, todos muertos”.
  • Lobos: Una salida hacia adelante es ir a por todas, luchar ferozmente para convertirse como sea en el controlador de los recursos que escasean. Si estamos en crisis, ni digamos, fácil solución: dominación y que nuestra facción se haga con los medios. Lobos con piel de cordero (políticos), lobos sin disfraz (guerreros), es igual, el caso es controlar recursos y vidas humanas, y dominar todo ello a voluntad. Sometimiento, sumisión, planificación, estructuras jerárquicas. Falta de flexibilidad y de libertad. Para los demás, por descontado.
  • Corderos: Cerca de los lobos siempre hallamos borregos. Para el lobo se hace imprescindible un buen rebaño como grupo complementario a este depredador. El miedo del cordero queda aplacado por la labor del lobo, que le da protección y le permite por fin lavarse las manos irresponsablemente a cambio de sumisión y proselitismo. La promesa del monopolio de la violencia, primero, del monopolio de la caridad, después, y del monopolio de la redistribución y la igualdad, al final, hacen del lobo un gran aliado. O eso parece. No dejan de ser lobos y no dejan de ser corderos.
  • Víctimas corrientes: Grupo paralelo al de corderos que no ha hecho ningún pacto con los lobos, pero se halla arrastrado y sometido por el acuerdo entre los dos anteriores. Quieren vivir en paz, no se meten con nadie. Tampoco tienen una visión de sí mismos como constructores del futuro; más bien, son una pieza más del engranaje de la Historia, de un engranaje que puede funcionar ordenadamente. Buscan encontrar su papel en ese orden, pero no desean vivir a costa de los demás ni albergan sentimientos de destrucción u odio. Gente corriente. Gente de bien.

Los que creen en forjar su destino con optimismo, olvidémonos, tienen poco que rascar. De ellos viven todos los demás. Hay entornos institucionales más aptos, sin duda, en los que se logra un equilibrio entre lo que ellos producen y lo que les extraen los demás, ya sea por el disfrute de innovaciones y caídas en los precios o por la recaudación fiscal. En esos casos, no se mata del todo a la gallina de los huevos de oro. En España, olvidémonos del tema. Son maltratados siempre.

Cuando llega una crisis económica e institucional y se rompe el vínculo lobos-corderos, como en España, queda como salida el recurso al carpe diem y a un nuevo equilibrio entre lobos y corderos. De esto van los populismos, el proteccionismo y los nacionalismos… Que Dios nos pille confesados.

2 Comentarios

  1. Últimamente se acusa de parte
    Últimamente se acusa de parte de ciertas facciones «liberales» ligadas al catolicismo de engendro todo discurso que pueda parecerse (aunque remotamente) al pensamiento de Nietzsche. En lo referente a «soy dueño de mi destino» gana Vd puntos para ejercer de diana, y además por partida doble, dado que ha masculinizado el argumento siendo mujer, lo cual es aberrante , intolerable y no sé cuántas cosas más. Huelga decir que pretendo ser irónico, pero tal y como está el patio incluso artículos como el suyo están catalogados de subversivos. Así nos va.

  2. Je, je. Bueno, el artículo
    Je, je. Bueno, el artículo también pretendía ser un poco caricatura de ciertas tendencias sociales. Si particularme me obligaran a ubicarme entre el grupo de optimistas o de menos optimistas, claramente me decantaría por los segundos. Es mera observación de la realidad lo que me hace ver que unos tienen una clase de impacto y otros, otra (aun siendo yo de los segundos, ensimismados e inertes). Tampoco soy católica, no albergo nada espiritual en mí (si hago guiños es porque, además de no ser espiritual, tampoco soy muy racional, y me gusta compensar fobias e histerias sociales por pura diversión, y porque creo que toca de vez en cuando por mera salud pública).

    En cuanto al masculino-femenino, vaya, ni me había percatado de ello. Creo que eso es buena señal de todas formas. Vivo tan ensimismada que ni de esas gilipolleces quiero percatarme. Lo malo es que, de tanta inacción y de no querer ver la realidad, luego acabas sepultada por esta miasma. Por eso, al menos sí quiero reconocerle el mérito a quien tiene fe (especialmente en otros seres humanos). De ellos dependo… je.


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