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El letargo mortal

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¡Despierta […] de tu letargo mortal
En que te han hundido los bárbaros tiranos
¡Ahora o nunca debes forjarte otro destino
Que admiren incluso tus crueles enemigos!

Ésta es la primera estrofa del himno nacional rumano. Cuando, por fin, consiguieron liberarse de la dictadura socialista, los rumanos en masa recuperaron esos añorados versos compuestos por Andrei Mureşanu. Los rumanos habían aprendido a las malas la trágica lección de su himno decimonónico.

Uno de los efectos más perversos y, sin embargo, más olvidados de los regimenes opresivos es el de aletargar el espíritu humano. Lo último que deseará tu amo, o cualquier otro tipo de enemigo que puedas tener, es verte atento y vivaz. El primer objetivo de quien se crea mejor capacitado que tú para decidir tu propio futuro será el de quitarte el ansia de decidir tu propio destino.

No ansíes acumular tanta riqueza, nosotros ya nos aseguraremos que no te falte de nada. No ansíes consumir tal bien o tal servicio, sabes que no es bueno para ti. No ansíes tener tratos con tal persona o grupo de personas, no son de los nuestros y su influencia sólo puede dañarnos. No ansíes comunicarte en según que idioma, aquí hablamos así. No ansíes defenderte, nosotros ya nos aseguraremos de que nadie te moleste. No ansíes comprenderlo todo, nosotros ya nos encargamos de que haya expertos en cada área del saber.

El bombardeo de órdenes, prohibiciones, chantajes, amenazas y torturas llega a tal punto que es imposible esquivar tanta maldad. Lo fácil es entonces acomodarse a la situación y evitar problemas. A cambio de conseguir la seguridad en la oscura mazmorra uno llega a renunciar a ver el sol. Y alguno incluso se alegra de que graciosamente le protejan de sus quemaduras. Es preciso notar entonces que el tirano no ha juntado su ejército por méritos propios sino por la inacción de sus súbditos o, como decía Burke, sólo es menester para que triunfe el mal que los hombres buenos se abstengan de actuar.

Y aún así, la estrategia del tirano está abocada al fracaso pues su ejército de maniatados sobrevivirá, como mucho, mientras no tenga que enfrentarse a una milicia de hombres libres. Es más, el anhelo de plenitud, de ser plenamente uno mismo, es difícil de extinguir. Y, sistemáticamente, esa llama interior exhorta a cada uno a despertarse del letargo y forjarse su propio destino. Es entonces cuando uno empieza a desprenderse de esa verdadera tutela odiosa. Con cada imposición de la que uno consigue zafarse, se ganan nuevas oportunidades para la mejora personal.

Y es sólo el hombre empeñado en mejorar el único que puede ser generoso con los demás ofreciéndoles el ejemplo a seguir o la colaboración para avanzar. Con gente así, se consiguen fácilmente resultados que serían de otra forma impensables. No el petróleo, ni el uranio, ni el agua, ni el oro, sino el hombre libre, como decía Julian L. Simon, es el recurso definitivo. Pero eso, las naciones ricas han sido siempre las que han observado los versos grabados a los pies de la Estatua de la Libertad: Dadme vuestros cansados, vuestros pobres / Vuestras hacinadas masas que anhelan respirar libres / Los miserables despojos de muestra costa rebosante / Enviadme estos, los que no tienen hogar, los zarandeados por las tormentas / Alzo mi lámpara junto a la puerta dorada.

Son estos, los que se aferran a su anhelo de libertad los únicos capaces de crear prosperidad para todos. Son estos y no los intelectuales ni los reyes sabios los únicos capaces de desencadenar un Wirtschaftswunder, o milagro económico, aunque después sean los demás los que reclamen el botín. Ya lo decía Ludwig von Mises: “todas las personas, por muy fanáticas que puedan ser en sus diatribas contra el capitalismo, implícitamente le rinden homenaje al clamar apasionadamente por los productos que crea.”

Es curioso, con la de fanáticos empeñados en crear imperios espectaculares y a prácticamente ninguno se les ha ocurrido que lo único que necesitaban para crear una prosperidad sin igual en su tierra era, precisamente lo único que jamás pretendería tener un tirano: hombres libres.

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