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Enfoque de capacidades y Escuela Austriaca

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El enfoque de las capacidades tiene algunas partes aceptables, pero resulta insuficiente desde el punto de vista austriaco.

Dentro de la literatura de la economía feminista, más en concreto, en la parte de ética y de medición económica, nos topamos con algo llamado enfoque de capacidades (capability approach, en inglés). Fue desarrollado en los años 80, entre otros, por el Nobel de Economía Amartya Sen. Este nuevo punto de mira a la tradicional economía del bienestar, welfare economics, viene a decir que no debemos centrarnos en la utilidad de los individuos, sino en cómo son capaces de desarrollar sus capacidades. Cuanto más pueda desarrollar la persona sus capacidades, algo que Sen interpreta como sinónimo de mayor libertad, más fácil será la mejora de su bienestar.

Como digo, Sen (1999) interpreta la capacidad como libertad. Cuantas más capacidades puedas realizar, más libre eres; más bienestar puedes alcanzar. Esto supone un gran problema, pues de esta argumentación se derivan implicaciones de política económica totalmente intervencionistas. La lógica funciona así: para mejorar el bienestar y las capacidades de las personas con menores ingresos, el Estado debe de redistribuir la renta, no necesariamente con transferencias, sino mediante la provisión de servicios a la sociedad: sanidad y educación públicas, por ejemplo. Analicemos desde un punto de vista austriaco las virtudes y defectos de este planteamiento.

Libertad

Antes de proceder con las críticas, y antes de que muchos imaginen a Amartya Sen como un comunista de libro, es necesario decir que Sen defiende la libertad para comerciar como un derecho intrínseco a la persona, asimilándola a la libertad para conversar con los demás e intercambiar palabras con ellos. Dice también que es innegable la contribución de los mercados al crecimiento económico, que solo se consigue una vez que el derecho al intercambio –y, por ende, el de propiedad- es reconocido. Es más, no se olvida de que el socialismo funciona peor que el mercado, según él, por problemas de información y de incentivos. Ciertamente, argumentos muy parecidos a los que establece la Escuela Austriaca, aunque no tengan la misma profundidad.

No obstante, detrás de su enfoque de capacidades encontramos el primer problema. La base del razonamiento de Sen se apoya en el concepto de libertad positiva. A saber, que no solo tengo que ser libre de hacer algo, sino libre para hacerlo. O, en otras palabras, que no vale con que no me impidan hacer algo, sino que tengo que contar con los medios para conseguirlo. Esta idea de libertad choca con la que la mayoría de liberales comparte, la negativa. Entre otros motivos, porque suele derivar en intervencionismo y sirve como excusa para el gobierno. Pero, principalmente, porque confunde los conceptos de libertad individual y de capacidad económica.

Las capacidades de las que habla Sen, o cualquier capacidad que se nos pueda ocurrir, solo son posibles en un proceso de civilización y división del trabajo. Por nuestra cuenta, serían imposibles, pues dependen del desarrollo económico y social. Entonces, en el momento en el que nos situamos en dependencia con el proceso de civilización y de cooperación, necesitamos de una norma que garantice la libertad de todos los individuos en sociedad. Esto se debe a que, como Hayek ([1988] 2017) decía: “ese concepto de libertad general [libertad positiva] es imposible, ya que la libertad de cada uno entraría en conflicto con la libertad ilimitada, es decir sin restricciones, de los demás” (p.115). La clave, entonces, es intentar asegurar el mayor grado de libertad a todos; lo que en la teoría de Sen se entendería como garantizar el desarrollo de las capacidades de todas las personas. Esto, solo es posible a través de la delimitación de unas normas abstractas que eviten la invasión de esferas de libertad (e incluso capacidad) de los otros individuos. Esta esfera de normas abstractas es la que da forma a nuestra libertad en sentido negativo.

Cuando excedemos esa esfera de libertad negativa, las libertades individuales entran en conflicto, dificultando el desarrollo de las capacidades de todas las personas. La libertad negativa permite el desarrollo de la civilización y la cooperación. Las implicaciones que se derivan habitualmente de la positiva implican la ruptura de la cooperación y la vía pacífica, y el uso de la violencia; algo contradictorio para el concepto de libertad, y también, para el de capacidad.

Como decíamos, además de la contradicción que normalmente supone aceptar las consecuencias de la libertad positiva (suele dar lugar al intervencionismo), esa idea de libertad como capacidad es equivocada. En realidad, se entiende por libertad la posibilidad de hacer algo. Es decir, algo que tiene que ver con el derecho y las normas que nos damos para vivir en sociedad. Por el contrario, la capacidad tiene que ver con la disponibilidad de medios para alcanzar un fin. Una categoría que tiene más que ver con la economía que con el derecho. Por ello, al poner ambos conceptos sobre el mismo plano, podríamos estar incurriendo en un error epistemológico, de base conceptual.

Subjetivismo

Desde el punto de vista del subjetivismo, Sen avanza hacia posturas más austriacas de lo que hace el mainstream económico. Hablando de bienestar, critica que comúnmente se entienda la renta como sinónimo de bienestar. Él dice que la renta solo es un medio, y que lo que da felicidad son los fines. Así que, más adecuado es el enfoque de las capacidades, que se centra en estudiar cómo las personas desarrollan sus capacidades para lograr los fines que tienen razones para valorar. Esto, desde luego, es más acertado desde el subjetivismo, que estudiar solo la renta.

Aun así, sigue siendo insuficiente. Este enfoque sigue suponiendo que hay unos fines comunes a todos, inalienables y universales (por ejemplo, educación y salud). Sin embargo, no hay que olvidar que todo lo que tiene valor es porque nosotros se lo damos, no porque sea intrínseco a ello. En esto, tanto las capacidades como los fines, son valorados y creados subjetivamente ¿cómo es que entonces se aspira a unos determinados fines comunes? ¿Qué autoridad, legitimidad y acierto tiene una persona para determinar cuáles son los fines y capacidades de los demás? Suponer unos fines comunes, como hacen la mayoría de teóricos de las capacidades, es también un error epistemológico grave, pues choca con la naturaleza subjetiva de nuestra realidad.

Además, creer que el Estado puede mejorar las capacidades conlleva creer que puede saber cuáles son los fines, medios y capacidades de cada persona (conocimiento subjetivo y disperso), algo que como sabemos por la imposibilidad del socialismo y por la teoría del conocimiento disperso, resulta imposible. A no ser que el Gobierno establezca cuáles son los fines y medios oportunos, lo que implica caer en la fatal arrogancia y en la colectivización de la sociedad.

Conclusión

El enfoque de las capacidades tiene algunas partes aceptables, donde se defiende la libertad de mercado y una concepción más subjetivista, pero resulta insuficiente desde el punto de vista austriaco. Los conceptos de libertad en los que se apoya son erróneos y contradictorios, y chocan con el subjetivismo austriaco, lo que le conduce al error del colectivismo.

Referencias

Hayek, F.A. ([1988] 2017). La fatal arrogancia. Los errores del socialismo. Madrid: Unión Editorial. 

Sen, A. (1999). Development as Freedom. New York: Knopf.

3 Comentarios

  1. Me recuerda al «Coloquio
    Me recuerda al interesante «Coloquio sobre liberalismo»: https://www.youtube.com/watch?v=hnp8gBwamyk que protagonizaron Adela Cortina, Pedro Schwartz y Carlos Rodríguez Braun a instancias de la Fundación Rafael del Pino.


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