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La economía y la caída de los Incas

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Mises, en alguna de sus obras, afirma que es imposible entender la historia si no se conocen las leyes económicas, de la misma forma que sería imposible entenderla sin conocer las leyes físicas. El historiador que desconoce las leyes económicas se encuentra perdido a la hora de entender los fenómenos que trata de describir, por la sencilla razón de que no puede aplicar relaciones de causalidad entre los acontecimientos que analiza.

Desgraciadamente, la mayor parte de los historiadores no tiene en cuenta este principio a la hora de realizar su trabajo, por lo que tenemos versiones de la historia que, en muchos casos, parecen entroncar con la leyenda y el mito, cuando no atentan seriamente contra el sentido común.

Vaya por delante que quien estas líneas escribe no es historiador, ni está versado en sus técnicas, ni posiblemente tenga sentido común. Pero siempre me ha llamado la atención la relativa facilidad con que una panda de mataos españoles fueron capaces de hacerse con el dominio de territorios como los controlados por los poderosos incas y aztecas, state of the art en su época en el continente americano.

Me da la impresión de que las explicaciones de teoría económica no pueden andar muy lejanas del fenómeno. Por otro lado, Oakeshott, en su On History, nos describe el trabajo del historiador como el de un fabricante de ladrillos que se van acumulando para construir la interpretación histórica, y que se ha de renunciar a explicaciones causales simples entre unos fenómenos y los sucesivos. Más que a establecer causalidades, el historiador ha de disponer unos ladrillos sobre otros para ver el conjunto.

Por ello, y en relación con la caída del imperio de los incas, me limitaré a exponer algunos fenómenos que, atendiendo a la teoría económica, podrían estar relacionados con dicha caída. Los supuestos hechos están extraídos del libro “Los incas – Economía, sociedad y estado en la era del Tahuantinsuyo”, de Waldemar E. Soriano.

El primero y más llamativo es la ausencia de dinero. Según el autor, en el imperio Inca no se manejaba ningún material como dinero. Únicamente, se cobraban en forma de tributo cierto tipo de conchas a los pueblos limítrofes con el imperio, que de esta forma evitaban la conquista.

La ausencia de dinero conllevaría que todos los intercambios eran directos. Pero más grave aún: es imposible que una economía se desarrolle en ausencia de dinero, pues es el dinero posibilita la especialización en el trabajo así como la acumulación de capital. Sin estos factores, difícilmente puede aumentar la productividad y, por tanto, desarrollarse la economía. Por tanto, el imperio inca tenía los pies de barro.

En todo caso, resulta bastante difícil creer que la gente normal del imperio no tuviera medios de intercambio indirecto. Lo que pasa es que ese dinero informal no era aceptado por la clase inca, ni por tanto se hace acreedor de una referencia por los historiadores. Claro, para estos no existe el dinero si no está impuesto por el gobierno.

Lo que nos lleva a otro punto de interés: los incas cobraban sus impuestos en trabajo de sus súbditos. Gracias a este impuesto en especie construyeron las magníficas construcciones que pueblan sus territorios, como Cuzco y el Valle Sagrado. Pero no solo era mano de obra para la construcción, sino para cualquier tipo de actividad económica: elaboración textil y de ornamentos, agricultura…

El último aspecto de interés es el de la innovación. El autor del libro citado repite en varias ocasiones que durante el imperio inca no hubo innovación de ninguna clase. Los incas se limitaban a coger las técnicas desarrolladas por los pueblos conquistados, y extenderlas por todo el imperio, pero sin nuevas ideas.

Este hecho se utiliza para criticar a los incas, en relación sobre todo con las civilizaciones previas, con las que aquellos acabaron. Pero, aparte de su constatación, el autor no da ninguna explicación sobre esta posible carencia.

La teoría económica, una vez más, nos aporta elementos que pueden ayudar a comprender la ausencia de innovación en el imperio inca. Como es sabido, el emprendedor innova en el uso de los recursos con la finalidad de obtener los beneficios de la revalorización del recurso. Si no existe la posibilidad de obtener dichos beneficios, se desmotiva el espíritu innovador.

En la medida en que el imperio inca fuera intervencionista en la economía de los pueblos subyugados, se reducirían los incentivos a innovar de sus individuos, hasta desembocar en algo asimilable a una economía planificada y, por tanto, llamada a la ruina y la desaparición. Esto ocurrió en cuanto llegaron los españoles, por cierto, tras una historia que no alcanza los 100 años.

En resumen: ausencia de dinero, cobro de impuestos en forma de trabajo y desaparición de la innovación. Tres ladrillos que quizá deberían tenerse en cuenta a la hora de explicar la caída de un imperio como el Inca, cuyas obras podemos contemplar impresionados aún en la actualidad.

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