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¿La liberalización económica perjudica al consumidor?

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El uso abusivo de las encuestas se ha convertido en una medida de presión que utilizan los partidos políticos y los medios de comunicación para convencer a los gobernantes de las reformas que la “sociedad” estima más pertinentes. Una de las últimas encuestas que hemos podido conocer es sobre la opinión de los españoles acerca de la liberalización económica. Al parecer, un 46,2% considera que la liberalización mundial supone un “peligro para el empleo de los españoles” y que es más “positivo para las multinacionales” que para los consumidores.

La pregunta que podemos hacernos es por qué buena parte de los españoles desconoce los beneficios de la globalización. Quizá la influencia de los medios de comunicación tenga algo que ver en esto. ¿Se acuerdan, por ejemplo, de aquel programa infantil en el que se decía, “muera el mal, muera el capital”?

Aunque por todas partes se escucha que la globalización sólo conlleva explotación infantil, paro y miseria generalizada, este proceso no es más que la libertad de establecimiento de las empresas en cualquier parte del mundo. Esta libertad se puede apreciar no sólo en la constitución de filiales en distintos países, sino también en la posibilidad de vender productos por todo el planeta. Hoy en día, es frecuente que parte de la producción de una empresa se realice parcial o totalmente en Asia mientras que la matriz de la entidad se localiza, pongamos el caso, en Europa.

Parece que mucha gente considera que este proceso sólo beneficia a las empresas pero no a los consumidores. Sin embargo, esto es tanto como ver una parte de la película, como fijarse en los subtítulos y perderse los gestos y las miradas de los personajes. Evidentemente, en la medida en que existe capitalismo son los consumidores los que enriquecen o hacen arruinarse a un empresario o a una empresa.

Cuanto más baratos son los productos, los consumidores pueden consumirlos en mayor medida. Entonces, si analizamos la liberalización mundial desde el punto de vista de un consumidor, tendremos que alegrarnos de poder comprar, por poner un ejemplo, un DVD taiwanés por menos de 60 euros y no estar obligados a comprar un mismo reproductor español a un precio muy superior.

Puede que el hecho de que compremos DVDs asiáticos haga que algunas empresas españolas tengan que cerrar. Lo que no se ve es lo que sucede con el dinero que usted se ahorra en la compra de este producto. Ese dinero, lo puede destinar a ropa, a otros bienes de consumo o a ahorrar. Con esos euros que usted deja de gastar en la compra del DVD puede dar de comer a miles de personas. Desde la gente que trabaja para el supermercado, a los bancarios, a los empresarios que pueden obtener un préstamo gracias al dinero que usted ahorra, etc.

En términos generales, no se puede decir que la economía vaya peor sino que los recursos se han destinado de forma más eficiente. Usted ha comprado de forma inteligente, buscando el mejor precio, y los competidores ineficientes salen del mercado. Pero su “capital” vuelve a él bajo otras formas, empresas o productos buscando el sector y el producto más valorado por el consumidor. Si artificialmente, el Estado pusiera trabas, se desperdiciaría y sólo ganarían las empresas protegidas mientras, usted y yo, como consumidores vendríamos obligados a pagar más por algo que antes nos resultaba más barato.

Comprar en el mercado es mucho mejor que votar ya que no se trata de esperar a que nuestro candidato político baje los precios y mejore nuestras vidas. Un político sólo puede transferir dinero de los consumidores a empresas o a grupos de interés. Un empresario no tiene tal poder, su tarjeta de visita es su prestigio y los productos que ofrece. Usted puede darle la espalda en cualquier momento. Con un político se casa por lo menos cuatro años. Y no puede divorciarse inmediatamente.

En la vida real, usted decide, y gracias a eso, la sociedad prospera. Si considera que nadie mejor que usted sabe lo que le conviene, el mercado es el sistema que más le conviene porque no le obliga a comprar lo que usted no quiere. La política, en cambio, si que le fuerza a pagar por lo que no desea porque, de no hacerlo, le embargan lo que tiene o le encarcelan.

La liberalización económica, como hemos visto en los últimos años, no ha aumentado precisamente el número de desempleados sino todo lo contrario. Allá donde la liberalización se extiende, el bienestar llega a todas las clases sociales. Por el contrario, donde se limita, prosperan unos a costa de otros. Apostar por la globalización, mejora su vida. Defender el proteccionismo y el intervencionismo estatal, le costará dinero y trabajo porque hasta los DVDs serán un lujo que no podrá permitirse si no es a costa de restringir drásticamente su consumo.

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