Skip to content

La revolución científica de la teoría económica

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Para Kuhn, el avance científico se construye en base a paradigmas sucesivos: una serie de métodos, teorías, valores y creencias que son compartidos por científicos.

Todos los interesados en entender cómo avanza la ciencia, incluyendo aquí la teoría económica, tienen el deber ineludible de leer un librito de Thomas S. Kuhn llamado La estructura de las revoluciones científicas. Es en este ensayo donde se introduce el concepto de paradigma científico, con el que acostumbramos los austriacos a denominar la “ciencia” que hacemos.

Kuhn nos describe de una forma bastante persuasiva la forma en que avanza la ciencia, que poco tiene que ver con la linealidad que nos transmiten los libros de texto. La lectura de estos muestra la ciencia como algo acumulativo, en que el progreso se va construyendo sucesivamente sobre las ideas previas. Nada más lejos de la realidad, nos explica Kuhn, y lo ilustra con numerosísimos ejemplos, en los que ahora no procede detenerse.

Para Kuhn, el avance científico se construye en base a paradigmas sucesivos. ¿Qué es un paradigma científico? Pues básicamente una serie de métodos, teorías, valores y creencias que son compartidos por una comunidad de individuos, los científicos. Dentro de un paradigma concreto, los científicos trabajan buscando soluciones a los problemas y con las reglas que el propio paradigma propone. Éstas no se discuten, forman parte del sustrato común, y permiten así enfocar todos los esfuerzos en la resolución de problemas, por lo que el grupo de científicos así configurado se muestra como muy efectivo en esta tarea, hasta el punto que los problemas sucesivos son cada vez más exotéricos y más incomprensibles para los no especialistas. De hecho, para Kuhn, el hecho de que los avances científicos sean crecientemente incomprensibles para los legos en la materia constituye una prueba de la madurez y éxito del paradigma con el que se han obtenido.

Sin embargo, estos trabajos en pos de la solución de los problemas planteados por el paradigma, pueden dar lugar también a anomalías, hechos que parecen no poderse explicar dentro de las reglas que se han dado los científicos. Obviamente, una anomalía no basta para tirar abajo el paradigma, es más, quizá esa anomalía pueda resolverse más adelante, cuando la tecnología evolucione o surja algún científico más avispado. Pero la acumulación de anomalías puede causar que algunos miembros de la comunidad se replanteen algunas reglas o algunas creencias, y paulatinamente llevar al paradigma a una crisis.

En ese momento, las discusiones de los científicos empiezan a cambiar su foco: ya no tratan de avanzar en el paradigma, y la discusión se plantea en términos metodológicos y filosóficos. Se ha entrada en un momento de crisis, un momento pre-paradigma, en que es necesario identificar un nuevo paradigma que pueda solucionar las anomalías generadas en el anterior. Para Kuhn, el triunfo de uno u otro de los paradigmas bajo discusión (sea el incumbente o alguno de los nuevos), no es en sí una cuestión científica o de lógica. Son otras las fuerzas que hacen triunfar a un paradigma sobre otro: la persuasión, la opinión pública, la violencia… Aunque Kuhn no proporciona una respuesta definitiva sobre qué es lo que hace que triunfe uno u otro paradigma, parece claro que hay “restricciones” evolutivas que hacen que tiendan a triunfar los paradigmas que mejor explican la realidad. Poco a poco los científicos reconocen las limitaciones del incumbente, y se mueven hacia el nuevo, aunque también es cierto que Kuhn pone bastantes ejemplos en que ello solo ocurrió tras un cambio de generación. Lo que sí parece es que, una vez cambia el paradigma, no hay espacio para otros paradigmas en la práctica de la ciencia: ningún científico quiere perder el tiempo con un paradigma abandonado por la comunidad y que además presenta anomalías que lo invalidan.

Si echamos una mirada a la evolución científica de la teoría económica a través de las lentes que nos proporciona Kuhn, es posible que nos llevemos una sorpresa. Aunque mis conocimientos sobre la historia del pensamiento económico no son especialmente avanzados, el mero hecho de que ésta sea una asignatura en las carreras de ciencias económicas es bastante revelador de la etapa científica en que se encuentra la teoría económica: una época “pre-paradigma” en que se estudia cómo han pensado los principales economistas de la historia. Compárese con la situación en las carreras científicas: ¿hay alguna de ellas en que se estudie la historia de la ciencia? A los científicos no les interesa la historia de su disciplina, sino el “estado del arte” y cómo avanzarlo.

Aunque es claro que en la actualidad domina el paradigma “neoclásico” en la ciencia económica, las anomalías de dicho paradigma son generalmente reconocidas, y no solo por la escuela Austriaca, sino por otras muchas escuelas de pensamiento económico: economía experimental, economía evolutiva, economía behavioural (conductual)…

Lo curioso de esto, y ya voy llegando a donde quiero llegar, es que dicho paradigma sí parece haber desplazado a otro previo: el que venía de la escuela de Salamanca y había sido recogido por la escuela Austriaca, y que al parecer clava sus raíces en Aristóteles. Ahí es nada, miles de años de paradigma “subjetivista” para la teoría económica, desplazados por un paradigma repleto de anomalías, según acabamos de ver.

La pregunta es obligada: ¿cuáles fueron las anomalías que se habían encontrado en el paradigma subjetivista y que dieron lugar a su crisis y eventual sustitución por el neoclásico? No tengo respuesta definitiva, solo indicios alimentados por una saludable desconfianza en los Gobiernos, que empañan todo lo que tocan.

Me da la impresión de que tiene que ver con la incapacidad del paradigma subjetivista para decir al Gobierno lo que tenía que hacer para mejorar el desempeño de la economía. O, dicho de otra forma, la “anomalía” del paradigma subjetivista está en que no puede proporcionar justificación a la intervención del Gobierno en la economía.

Si a ello unimos los enormes recursos que pueden proporcionar los Gobiernos a una hipotética lucha entre paradigmas (recuérdese que la victoria de uno u otro paradigma no se puede deducir lógicamente, depende de otros factores externos a la ciencia), ya tenemos una posible explicación de la soberanía actual del paradigma neoclásico.

Al mismo tiempo, el mero hecho de que aún sobreviva el paradigma subjetivista (el Austriaco), pese a todos los recursos invertidos en el paradigma dominante[1], es un indicio de la solidez y consistencia de aquél. Esta solidez no ha hecho más que reforzarse con acontecimientos de tanto alcance como la caída del muro de Berlín y la actual Gran Recesión, que constituyen graves anomalías para el paradigma dominante, y sin embargo encajan perfectamente en el paradigma al que sin embargo ha desplazado. `



Quiero dedicar este comentario al Profesor Jesús Huerta de Soto, premio IJM de este año 2016, por su importante contribución a la supervivencia del paradigma austriaco, especialmente en nuestro país. ¡Muchas gracias, Profesor!

[1] No creo que haya en la historia de la ciencia ningún paradigma que haya contado con los recursos que los Gobiernos han puesto a disposición de los economistas neoclásicos. Me refiero no solo a las Universidades, sino al sinfín de organismos nacionales e internacionales que alimentan con sus fondos este tipo de ciencia.

 

1 Comentario

  1. Como alguien ya observó, si
    Como alguien ya observó, si existiera algún interés político en que dos más dos sumaran cinco, la aritmética ortodoxa sería muy diferente


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

El día en que faltaban pisos

El tema de la vivienda es, sin duda, el principal problema de la generación más joven de país, podríamos decir de la gente menor de 35 años que no ha accedido al mercado de vivienda en la misma situación que sus padres, y no digamos ya de sus abuelos.