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Norwegian wood

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Cuando la propia sociedad ha encaminado el problema de la deforestación, hasta solucionarlo en gran parte, corren los políticos para colgarse una medalla que no les corresponde.

La actividad del hombre sobre la naturaleza ha llevado a transformarla, y ha impreso cambios absolutos en algunos aspectos. Son cambios quizá no muy grandes para una generación, pero que llegan a transformar por completo el paisaje y la explotación del territorio de grandes extensiones si el período considerado es mayor. Es el caso de la deforestación.

El avance de la agricultura y la ganadería ha animado a la conquista del bosque para su transformación en campos arables y pastos. Además, la biomasa (la madera) ha sido la principal fuente de energía hasta el recurso masivo al carbón. Europa ha perdido la mitad, si no más, de su superficie forestal original. La mayor parte fue en la alta edad media, cuando se roturaban las tierras que se ganaban al bosque. Por ejemplo, la mitad del bosque original de Francia se perdió entre los años 1000 y 1300. Con la peste negra, la población se redujo en un tercio, y el bosque pudo recuperar parte del terreno. Pero desde el siglo XVI empezó otra vez a aumentar la presión. Desde el 1700, Europa comenzó a tomar conciencia de la escasez de la superficie forestal. Por un lado la deforestación avanzaba. Y por otro aumentaban el conocimiento de la naturaleza, y su aprecio en la conciencia general.

El informe de la FAO The State of the World Forests 2012, en su página 9, recoge un gráfico que muestra la evolución de la deforestación, que es muy significativa. Antes del 1700 se deforestaron unos 400 millones de hectáreas de bosque templado. Desde ese año y hasta mediados del siglo XIX se pierden unos 180 millones de hectáreas, y en el siguiente siglo unos 230 millones de hectáreas. Desde entonces, y hasta el año 2010, la pérdida de la superficie forestal no ha llegado a los 50 millones de hectáreas, en una clara progresión decreciente. En realidad, desde 1980 apenas se da ese fenómeno.

El bosque templado es el que tenemos en Europa y América del Norte, la parte sur de Rusia, Asia oriental… Gran parte de este bosque está en lo que hoy son los países desarrollados. El bosque tropical abunda sobre todo en países menos desarrollados, y el ritmo de deforestación sigue un curso muy significativo. Aumenta según se van roturando tierras, pero tras la revolución verde y la incorporación de gran parte del mundo a la globalización se ve cómo esa deforestación, aún importante, empieza a caer.

Los motivos de ese cambio son varios. Por un lado, y pese al aumento de la población, la superficie cultivada retrocede, y deja espacio al bosque para que recupere su terreno. Por otro, y de nuevo a pesar del aumento en las necesidades energéticas de la sociedad, las fuentes de energía son ahora mucho más variadas. Y, en tercer lugar, a medida que somos más ricos tenemos más medios para destinarlos a la mejora del medio ambiente.

Pero es difícil valorar estas grandes tendencias, porque los recursos están sometidos a regímenes muy distintos. Es más fácil entender qué favorece este descenso de la desforestación, o incluso la reforestación, en casos concretos como el de Noruega.

Un artículo publicado a comienzos de año mostraba fotos de paisajes noruegos de hace cien años, y los mismos paisajes en la actualidad. El contraste es absoluto, y se aprecia una recuperación muy importante del bosque en aquel país. Según un reportaje de la BBC, la superficie forestal se ha triplicado en el último siglo. “La cosecha anual de madera es aproximadamente la mitad de la cantidad que crece cada año, de modo que en conjunto el bosque está creciendo”, dice el medio.

En el caso de Escandinavia, el principal motivo de la deforestación ha sido la provisión de energía, y las nuevas fuentes han contribuido a que la demanda de leña sea menor. Por otro lado, desde comienzos de siglo, el Gobierno inició un proyecto que facilita el conocimiento de la situación de los bosques en el país. Pero lo decisivo es que la inmensa mayoría de los bosques son de titularidad privada. Según los datos del Instituto Noruego de Investigación de la Biodiversidad, recogidos por la BBC, sólo el 4 por ciento de los bosques está protegido por haber sido declarados parque natural o reserva natural, “el resto está gestionado con propósitos económicos, principalmente para la tala sostenible”. Hay otras actividades económicas asociadas al bosque, como el recreo (hay 400.000 cabinas y casas de verano) o la caza (uno de cada diez noruegos tiene licencia).

Desde el punto de vista medioambiental, la extensión de los bosques tiene aparejada la fijación de nutrientes al suelo. Y se calcula que el crecimiento anual del bosque en Noruega es suficiente para compensar el 60 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por otro lado, con el bosque avanza también la vida salvaje.

Para cuando Lennon y McCartney firmaron la canción Norwegian wood, los bosques de Noruega estaban en plena recuperación. Ahora, cuando la propia sociedad ha encaminado este problema, hasta solucionarlo en gran parte, corren los políticos para colgarse una medalla que no les corresponde. El parlamento noruego ha prohibido la deforestación, cuando el país lleva más de un siglo reforestándose.

2 Comentarios

  1. Los noruegos son capaces de
    Los noruegos son capaces de deforestar o de reforestar sus propiedades con comprobada eficacia. El Gobierno noruego legisla para decidir lo que pueden o no pueden hacer los noruegos con sus propiedades con la excusa de un bien común que ya está produciéndose sin esa legislación. Qué hastío de liberticidas colgadores de medallas en pecho propio.


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