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Una milicia bien regulada

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El debate sobre la libertad de posesión de armas suele conducir a los Estados Unidos casi invariablemente. Se debate su experiencia con las armas, la relación que tiene esa sociedad con ellas, y el origen de esta libertad. Una de las causas de confusión y polémica al respecto es la redacción de la segunda enmienda, que recoge el derecho a poseer y llevar armas. Dice así: «Siendo necesaria una milicia bien regulada para la seguridad de un Estado libre, el derecho de la gente a poseer y portar armas no se infringirá». La palabra milicia conduce a quien no está familiarizado con esa institución a una institución militarizada, creada por el poder público o dependiente, al menos, de él, y sometida por tanto a los designios de la política. Si la política la ha creado, la política la puede eliminar. Y con ella se eliminaría el derecho sobre las armas. O, por lo menos, el Estado tendrá derecho a decidir quién forma parte de esa milicia y, en consecuencia, quién no.

La realidad es otra. Se trata de una institución centenaria que surgió en Inglaterra. Dice la Historia Oxford de Gran Bretaña: «la primera línea de defensa contra la invasión o la insurrección no era un ejército permanente, sino la milicia: unas fuerzas locales de defensa, con un entrenamiento a medias, pobremente equipadas, y a veces caóticamente organizadas». La pertenencia a la milicia era un derecho de cualquier ciudadano, pero era también un deber. Enraíza con tres tradiciones entrelazadas, la idea clásica del ciudadano como un hombre armado, la idea republicana de virtud como la entrega de los ciudadanos al bien común, y la experiencia de Inglaterra de confiar en el desarrollo de instituciones espontáneas, surgidas de la colaboración de los propios ciudadanos más que del diseño o la imposición política. Formaban parte de las milicias sobre todo los padres de familia.

No debería hacer falta señalar que el origen del derecho en las colonias que luego se unieron para crear los Estados Unidos está en el derecho inglés. Es más, la misma Declaración de Independencia se redacta desde los presupuestos de los derechos de los ingleses. El autor más citado en las colonias y en los albores del nuevo país, por delante de Montesquieu y de todos los demás, es William Blackstone. En sus Comentarios sobre el derecho inglés Blackstone defendía la milicia como una institución natural, necesaria para la defensa de los ciudadanos y para evitar que tuviesen que recurrir a un Ejército permanente. También observó el jurista la relación entre la milicia (es decir, el pueblo armado), y el mantenimiento de los derechos constitucionales.

De hecho, este es el principal motivo por el que la defensa del derecho a poseer armas ocupa nada menos que el segundo lugar en la lista de diez enmiendas a la Constitución que forman la Declaración de derechos de aquel país. Vámonos a la Declaración de derechos de Virginia, anterior por supuesto a la de la Constitución, para captar el sentido de la segunda enmienda: «Que el pueblo tiene derecho a tener y portar armas; que una milicia bien regulada, compuesta por el cuerpo del pueblo entrenado en el uso de armas, es la defensa apropiada, natural y segura en un Estado libre. Que los Ejércitos permanentes en tiempo de paz son peligrosos para la libertad y por tanto deberían evitarse, en la medida en que las circunstancias y la protección de la comunidad lo admitan; y que en todos los casos el Ejército ha de estar bajo una subordinación estricta del poder civil, y estar sometido a ella».

Si hacemos un repaso por las declaraciones de derechos de otros Estados, nos encontramos con lo mismo. Delaware: «18. Una milicia bien regulada es la defensa apropiada y natural de un gobierno libre. 19. Los Ejércitos permanentes son peligrosos para la libertad, y no deberían crearse o mantenerse sin el consenso de la legislatura». Nueva Hampshire: «2. Todos los hombres tienen ciertos derechos naturales, efectivos e inherentes; entre los cuales están el derecho y la defensa de la vida y la libertad, la adquisición, posesión y protección de la propiedad y, en una palabra, la búsqueda y la obtención de la felicidad. 24. Una milicia bien regulada es la defensa apropiada, natural y segura de un Estado. 25. Los Ejércitos permanentes son peligrosos para la libertad, y no deberían crearse o mantenerse sin el consenso de la legislatura». Massachusetts: «1. Todos los hombres nacen libres e iguales, y tienen ciertos derechos naturales, entre los cuales se podría reconocer el derecho y la defensa de la vida y la libertad, el de la adquisición, posesión y protección de la propiedad; en fin, la de buscar o lograr su seguridad y felicidad. 17. El pueblo tiene derecho a tener y portar armas para la defensa común. Y como, en tiempos de paz, los Ejércitos son peligrosos para la libertad, no deberían mantenerse sin el consentimiento de los parlamentos; y que el poder militar siempre estará en exacta subordinación a la autoridad civil, y estará gobernado por ella».

El papel de la milicia es claro. La referencia a que esté «bien regulada» se refiere a la necesidad de que los ciudadanos cuenten con suficientes armas y estén bien entrenados en su uso. Los debates en torno a la Constitución de los Estados Unidos giraron en gran medida sobre la necesidad de crear un Estado permanente. Y los federalistas citaban la experiencia de la Guerra de la Independencia como ejemplo de que no se podía confiar del todo en la milicia, es decir, en la autodefensa por parte del pueblo, y que por tanto algún Ejército sería necesario mantener, incluso en época de paz. Para evitar que ese Ejército tuviese mucho tamaño, si es que era necesario que existiese (Hamilton, el archifederalista, propuso un Ejército de sólo 3.000 hombres), era necesario que la milicia estuviese bien regulada, y en consecuencia que no se limitase el derecho a poseer armas, o a portarlas.

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