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Aquí manda la peña

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La basca, la gente, la masa. Esos son los que marcan la norma, sobre todo, la no escrita, que es la que de verdad rige. Siempre ha sido así en España, desde Fuenteovejuna en adelante. Aparece en el bar un colega con un palillo en la boca y brazos como troncos, se pide un chinchón y te desmonta un estudio científico en menos que canta un gallo. Pero ese no es el mal de nuestros tiempos. Desde que existe el patio de vecinos virtual (Twitter), y los artículos de periódico se han transformado en blogs donde propios y extraños comentan, no importa si de lo que hablamos es de energía o de pensiones, de banca o de balanza de pagos. Siempre hay un listo que sabe con certeza la razón real de nuestros males.

El complejo de tienda de ultramarinos

La tienda de ultramarinos era aquella con un olor característico a la que ibas a comprar aceitunas, chocolate, arroz y casi de todo. Hoy tenemos Mercadona. Pero antes, el tendero te miraba como quien va a parar un tiro a puerta y te preguntaba solícito “¿qué se le ofrece?”. Y ahí cabía lo que diera de sí tu imaginación, porque en las tiendas de ultramarinos tenías un universo a tu alcance. Ese es el complejo de muchos españoles de nuestros días. No solamente en las tertulias, en los bares, en los comentarios de los periódicos digitales tienes a estas personas “ultramarinas” que saben de todo. Tu habla que ellos siempre tienen algo que decir. Y me parece maravilloso, excepto cuando insultan, o cuando menosprecian al autor sin valorar el trabajo que encierra cada dato o cada afirmación.

Esa es la falacia lógica conocida como argumento ad hominem que consiste en desprestigiar al que habla para no tener que confrontar la verdad o la falsedad de sus afirmaciones ¡Lo bien que se nos da! Eso y la anécdota como argumento de peso. Unos campeones.

El sesgo como arma arrojadiza

Leo en el artículo de Daniel Lacalle, por ejemplo, una exposición de datos, hechos y conclusiones acerca del panorama del sector eléctrico en nuestro país. Por supuesto, el autor da su opinión relacionando el problema del déficit de tarifa con la planificación obligatoria de los años previos. Bueno, pues ya hay varios listos que lo primero que dicen es que hay sesgo. Esto está sesgado porque el tipo que escribe trabaja para empresas energéticas. Y, digo yo, que para esta gente tan ilustrada lo mejor sería que escribiera sobre energía alguien con el conocimiento de Belén Esteban. Así, los banqueros no podrían escribir sobre la banca, los abogados sobre las leyes ni los profesores sobre la enseñanza. Mucho mejor que escriba el mecánico de mi taller sobre esto y yo, a cambio, les cuento a sus clientes que lo suyo va a ser la junta de la trócola, que dirían Gomaespuma. Y siguiendo esa regla de tres, supongo que a estos señores les parecerá un disparate que el tema energético o el de la educación lo lleven políticos profesionales, no vayan a estar guiados por intereses electorales, o, visto lo visto, por intereses particulares ajenos al bien común.

Pero no. La desconfianza solamente se dirige hacia los profesionales. Economistas como Juan Manuel López Zafra, que se estudia el documento del Comité de expertos sobre pensiones, lo desbroza, hace una crítica rigurosa, lo corta en cachitos, le pone un lazo, te lo deja en la mesa para que solamente tengas que leer… ¿y qué encontramos en los comentarios? Insultos. Los economistas, que no anticipamos la crisis podemos irnos a freír espárragos, que ya bastante daños hemos hecho. ¿Todos? No. Los que descubren brotes de colorines, prometen unicornios voladores y te dicen lo guapo que eres y el estilo que tienes son lo mejor. ¡Celebremos el futuro! ¡Ave, Ave!

Si escuchamos a los necios será la masa la que nos guíe

Pero la verdad es que la energía no tiene color político, o no debería. Un déficit tarifario lo es aquí y en un estado soviético. La planificación obligatoria funciona o no funciona, no valen argumentos mágicos, valen los datos. Y la interpretación es más sesgada cuando habla el planificador a favor de su planificación que cuando alguien alerta de que nos sale cara la energía y que hay que intentar otra cosa.

Ni las pensiones deberían tener color político. En especial cuando un tipo honesto explica qué tiene de reprochable o no que se elija un comité de expertos.

Y esa es la palabra clave. Expertos. Especialistas en una materia. Gente con una formación superior que no debería dejarse llevar por ideologías, por ideas que se ponen de moda o no. Y se me ocurre una razón, al menos. La pobreza y, en general, los males de la economía, como todos los fenómenos relacionados con el ser humano, tienen múltiples causas, dejar en manos interesadas, como las de los políticos, qué explica y que genera la riqueza de las naciones es un suicidio, es condenar a la miseria a millones de personas para que el planificador, dado lo que la historia económica nos grita a voces, engorde su ego y su bolsillo.

Como dicen Black Sabbath, si escuchamos a los necios, será la masa la que nos guíe y acabe por arrastrarnos al abismo. ¡Otra ronda de unicornios!

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