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La mujer en su laberinto

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Era inevitable. El día 8 de marzo propios y ajenos han enarbolado la bandera de la mujer y han llenado las redes sociales, las radios y las televisiones con recordatorios de lo importantes que somos las mujeres en la sociedad y lo poco que lo decimos. Después de tantos años delegando en el Estado la misión de reivindicar, en este caso la igualdad de la mujer y el hombre, o al menos, supuestamente ese es el encargo, no nos hemos percatado del estrepitoso fracaso de la misión. ¿Por qué?

Aristófanes en el siglo XXI

El día 8 de marzo yo estaba hablando en el Instituto Juan de Mariana de Aristófanes y sus comedias, entre ellas La Asamblea de Mujeres. Leer La Asamblea de Mujeres y deducir que es un alegato feminista del siglo V antes de Cristo, y mucho más, proviniendo de la mente de un comediógrafo como Aristófanes, es una de las boberías feministoides más habituales de los últimos tiempos. El escritor ateniense dibuja una situación en la que las mujeres, disfrazadas de hombres, convencen a los participantes de la Asamblea, que son sus maridos, para que les den el poder a ellas. La razón de los hombres es clara: era lo único que no se había intentado para salvar a Atenas de la quiebra. Y con todo y con eso, el futuro que le espera a la polis dirigida por la líder Praxágora es la de una abundancia que nadie sabe de dónde proviene que será redistribuida por ella misma y las demás mujeres. Como en todas las comedias de Aristófanes, el final es exageradamente idílico, tanto que resulta absurdo y hasta cómico. Tomarse en serio la idea de un comunismo implantado y regido por mujeres, es no entender al autor.

Y, por otro lado, el plan de una redistribución comunista regida por mujeres puede resultar atractivo para algunos y algunas porque atribuyen a la mujer más sensatez, pero ¿de dónde sale la idea de que las mujeres somos seres con una moral más firme que los hombres? ¿No hay ejemplos en la historia de la humanidad en la que aparecen mujeres perversas e inmorales y hombres sensatos y buenos? El problema de la redistribución planificada no es quién sea el planificador, su raza, sexo, origen, etc. Ni siquiera es determinante que tenga una formación exquisita o una inteligencia mayor que la media. Es que, como demostraron hace mucho Mises y Hayek, es imposible.

El Día de la Mujer, pero la que piensa como yo

Y con todo y con eso, aquí andamos planificando listas “cremallera” en los partidos políticos, que desbaratan la elección de los mejores candidatos para que haya paridad. ¿Qué es preferible para una política con salud de hierro? ¿Se trata de que haya paridad o de que el candidato sea el mejor? Porque no me vale eso de que en los partidos políticos hay candidatos tan buenos como candidatas. Si eso es realmente así, que se elija al mejor sin obligar a que haya paridad. Y si no lo es, busquen lo que favorece más a los ciudadanos que subvencionan esos partidos y a cuyo servicio están todos los políticos.

La idea de dedicar un día especial a recordar la lucha de las mujeres por el acceso a la educación, que durante siglos estuvo limitado a los hombres, la participación en la vida política, que durante siglos estuvo limitada a los hombres, y a decidir libremente sobre su vida, posibilidad de la que durante siglos no disfrutó, no sería tan perversa si no fuera por la carga de hipocresía que hay detrás.

Los beneficios que sacan los partidos políticos, las subvenciones a las asociaciones que dicen representarnos a las mujeres, algunas de cuyos miembros viven de eso, la sensación de palmadita en el hombro que una siente ese día, sinceramente, asquea. El pasar de la obligación hacia el padre, a la obligación al marido, y de ahí a la sujeción al gobierno, sea éste paritario o no, no es un avance, es un cambio de manos, pero la misma servidumbre. Para romper de verdad con la discriminación lo primero que tenemos que hacer es caminar solas, sin la mano en el cuello de nuestras salvadoras, compañeras igualitaristas que empiezan por decirnos qué tenemos que elegir y acaban por exigir que todos y todas financiemos sus ideas y sus iniciativas, y de los hombres que aún consideran que somos seres inferiores.

En el fondo, ¿no es el feminismo ultra (o feminazismo o hembrismo) una manera de discriminar al hombre, de considerarle inferior? La excusa de la represión del pasado, que la hubo, ya no es válida en el siglo XXI. Ya solamente cabe financiar tus iniciativas, dar pasos por ti misma, y simplemente exigir el cumplimiento de las leyes o luchar por su cambio cuando no son iguales para todos. Para todos: hombres y mujeres.

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