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Para Václav Havel la verdad es un arma muy poderosa contra la tiranía

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«El poder de los sin poder» es sin duda alguna uno de los grandes ensayos políticos de la Europa del siglo XX.

El 23 de diciembre de 2011, miles de personas se concentraron en el centro histórico de Praga en un respetuoso silencio. Sobre sus cabezas abundaban las banderas checas, pero también numerosas enseñas eslovacas. Todos ellos, así como decenas de jefes de Estado y Gobierno democráticos, querían rendir homenaje al que fuera el primer y último presidente de la Checoslovaquia postcomunista, Václav Havel.

Aquel al que se llegó a retratar como “guardián de la llama de libertad y de esperanza en momentos de oscuridad y opresión” no solo era el más destacado disidente de su país durante la época del régimen comunista. Fue, y sigue siendo, un referente moral para millones de ciudadanos de Europa Central y Oriental, así como para muchos otros de la parte del Viejo Continente que no estuvo sometida a la bota soviética. Además, fue un gigante intelectual que brilló con luz propia tanto como dramaturgo como en su faceta de ensayista. Buen ejemplo de esta última es El poder de los sin poder, una de las obras cumbres del pensamiento político libre contra los totalitarismos.

El comunismo necesita la mentira

“Un espectro atemoriza a la Europa Oriental: en Occidente lo llaman ‘disidencia’”. De esta burlesca manera ante El manifiesto comunista arranca un libro escrito en 1978. En aquel periodo, la vida de Havel estaba caracterizada por las constantes entradas y salidas de prisión. El poder de los sin poder es una profunda reflexión sobre la naturaleza del sistema comunista y la responsabilidad de cada uno de los ciudadanos que viven en él. Este tipo de regímenes, señala, se fundamenta en “la vida en la mentira”. En ellos los gobiernos tejen una red de hipocresías y falsedades donde nada es lo que se dice. La ideología, a la que todo queda relegado, sustituye la realidad.

A lo largo del libro se refiere en diversas ocasiones a un tendero que cuelga, en la tienda que regenta, un cartel de “Proletarios del mundo, uníos”. Explica que no cree en ese lema, sino que lo hace para transmitir al régimen y al resto de los ciudadanos que es leal al gobierno comunista. Por supuesto, esa lealtad es impostada, pero tiene el efecto de que otros le imiten proclamando una convicción que no comparten.

Ante esto, sostiene Havel, la verdad es un arma poderosísima contra la tiranía comunista. En concreto, Havel habla de aquellos que optan por “la vida en la verdad”. Es el caso del citado tendero, cuando da un paso al frente y quita el cartel. Se arriesga a represalias, pero manda un mensaje al resto de la sociedad: se puede vivir fuera de la mentira. Ese es, en sí mismo, un acto de disidencia en estado puro. Es un tipo de rebeldía que hace mucho daño a la tiranía, pues esta necesita que los ciudadanos acepten la “vida en la mentira” como la única manera de salir adelante.

La disidencia como actitud ética

El que llegara a presidir la rápida y pacífica transición hacia la democracia en Checoslovaquia también reflexiona sobre qué son los disidentes. Para él no son personas que buscan imponer una política contraria a la del Gobierno comunista. Se trata de ciudadanos que adoptan una actitud ética que les lleva a apostar por la “vida en la verdad”. La suya es una actividad “pre-política”. Crean estructuras paralelas a las del Estado, como sindicatos independientes, centros de estudios no controlados por el poder o diversos tipos de organizaciones no permitidas que se convierten en el auténtico germen de una futura sociedad civil, necesaria en una sociedad libre y abierta.

El poder de los sin poder es sin duda alguna uno de los grandes ensayos políticos de la Europa del siglo XX. Es un llamamiento moral a los ciudadanos para que no acepten ser cómplices de la tiranía y opten por asumir su responsabilidad. No es un plan de gobierno, sino un auténtico alegato ético por la verdad y la libertad.

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