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Pizarro, pensiones y otros engaños

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En Economía se repiten los titulares que hablan de su propuesta de reforma de las pensiones. Las dos son una y la misma noticia: política y verdad no se llevan bien. Y menos en España.

Manuel Pizarro fue un cartel electoral fallido. Fallido porque según las encuestas, los analistas, los periodistas, perdió en el famoso debate que mantuvo con el ministro de Economía, Pedro Solbes. El hombre que nos llevó dos veces a la ruina dijo entonces que "España está preparada para cualquier reto"; entonces Zapatero, Caldera y otros nos decían que a partir de marzo de 2008, en mágica coincidencia con las elecciones, la economía comenzaría a subir. La economía, dijeron, y no el paro. Pizarro habló de lo que se nos venía encima. Perdió porque no hablaba como un político. Tampoco piensa como un político. Habla desde la razón y la honradez; juntas no tienen por qué llevar a la conveniencia política, y en muchas ocasiones no lo harán. De ahí su reclusión política en el PP.

Pizarro hubiera explicado elocuentemente a dónde nos lleva el sistema público de pensiones: Un quebrado en el que el numerador, el número de trabajadores, apenas puede crecer, mientras que el denominador, el número de jubilados-año, aumentará sin remedio. Resultado inevitable: cada vez tendremos que pagar más durante más tiempo para recibir una pensión más baja. Esto es así, y no de otra manera, y cualquiera que tenga un mínimo interés en el asunto lo sabe. Y los políticos, lo saben. Y no sólo no nos lo han dicho, sino que nos llevan mintiendo décadas. Como las malas noticias no llegarán hasta pasados unos cuantos lustros y entonces no se presentarán a las elecciones, se sienten cómodos en el engaño. Pizarro no es de esos. De hecho, si perdió el debate con Solbes fue sobre todo porque éste le echó en cara que hubiese defendido el sistema de pensiones de Chile. Un sistema que no es un fraude, que acumula y crea riqueza, que es sostenible y que permite pensiones crecientes con jubilaciones adelantadas.

Y no es sólo la política. La sociedad también rechaza la realidad cuando ésta no le interesa. No es que se nos acorten las pensiones, sino que con esa actitud se nos acortará el futuro.

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