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Podemos y el centro de gravedad político

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Al parecer, la fuerza del nuevo grupo político Podemos crece y crece frente a la mirada medio expectante, medio aterrada de las formaciones tradicionales de nuestro panorama político. Una de sus características más llamativas, el sistema organizativo asambleario, suele apuntarse como un fallo garrafal, de bulto. Sin embargo, un hervor neuronal más puede ayudarnos a enfocar los beneficios de las asambleas.

¿Quién maneja nuestra barca?

El problema de las asambleas no es de los asamblearios sino del líder que tiene que moderarlas. Y más en un país como el nuestro donde a cada uno le gusta el café de una manera: corto de café con la leche fría, americano con sacarina, doble con dos bolsitas de azúcar. Se diría que hay un café por ciudadano. De la misma forma, parece que cada español es árbitro, juez, economista, teólogo y lo que sea menester, eso sí, en el bar y con los amigos. Así que, reunidos en asamblea y preguntados por soluciones, alternativas, propuestas, los españoles funcionamos muy bien.  El que tenga que aunar mentes y actos que se prepare, que para eso es líder.

Y la gente se queda tan relajada pensando que opina, hace, participa, que maneja de alguna manera su propia barca, que no es un títere movido por los hilos que convienen a otros. Yo estuve en una asamblea de economía del 15M y propuse que se abolieran los bancos centrales. A la gente le encantó la idea. También les encantaron las tres siguientes: nacionalización de la banca, nacionalización de las empresas de energía y establecimiento de un salario máximo para las empresas privadas. No volví. Con la ilusión que me hizo explicar mis razones con el megáfono en la mano, me sentí tan decepcionada al comprobar que los que escuchaban no tenían criterio y aplaudían casi todo, que me planteé por qué alguien con dos dedos de frente puede defender el sistema asambleario.

La primera razón, obviamente es que la gente afianza su sensación de pertenencia y de control. Es verdad que cuando llegue el momento y las asambleas eleven sus propuestas a las asambleas de mayor grado y estatus y siga el proceso ascendente, la propuesta de la señora del tercero poco va a contar. Pero mientras tanto, la señora del tercero ha aportado algo y siente que ella es sociedad civil.

Pero hay más razones. Y creo que la principal es la exculpatoria. Es la mejor solución para los presuntos líderes del cambio. Les permite proponer cualquier cosa y no ser responsables de nada.

El efecto “Fuenteovejuna” en la política

Cuando todos deciden, el líder queda exento de responsabilidad alguna: la gente lo ha querido así. Excusas como “lo hemos decidido en asamblea” es lo mismo que decir que no hay responsables. En efecto, la señora del tercero, los que hablamos en el megáfono, los que levantaron su mano, todos seríamos los responsables de cualquier decisión por brutal que ésta sea. Si votamos todos, todos asumimos firmamos y sancionamos. Y eso le da espacio al líder para ir en dos direcciones opuestas.

Podemos proponer cualquier imposible, el famoso “unicornios para todos”, porque nos respalda un sistema estructurado en “círculos” donde cabe todo, sobre todo porque es gratis, y donde haya tres o más reunidos para pedir, allá está Pablo Iglesias. ¿Para pedir qué? No importa, que venga a nosotros el Islam o la renta universal. Eso sí, como la dirección (los de arriba, los que piensan, los que salen en la tele, se sientan en los escaños y cobran) ha mandado por correo electrónico las bases ideológicas del partido, se supone que todos las respetamos. Y por eso cada día es un festival de titulares extravagantes con el tándem Iglesias-Monedero diciendo barbaridades, generando noticia, ocupando gratis espacio publicitario, creando opinión y transmitiendo viralmente su mensaje.

También Podemos bajarnos del proyecto, desdecirnos, arrugarnos sin dolor, sin precio, sin responsabilidad. Porque siempre hay una asamblea que vota a quien echar la culpa. Y claro, si la gente que se reúne propone esto, yo que soy líder pero no impongo mi criterio, porque no soy casta, no manipulo ni entro en los entresijos del poder, pues estoy fuera, ha sido Fuenteovejuna, señores. Cae el telón, y Pablo y Juan Carlos se van de rositas después de haber chafardeado, mentido, prometido imposibles y de haber manipulado sin sonrojo el malestar natural de unos españoles empobrecidos y muy cansados del zoo político en el que vivimos.

De esta forma magistral, Podemos logra cambiar el centro de gravedad de la política, la responsabilidad, desde los propios políticos hasta los ciudadanos asamblearios. Y Pablo Iglesias y los elegidos, que no son casta, se lavan las manos. Esperemos que en la balanza de la ciudadanía pese más la sensatez frente al populismo. Y según lo escribo me da la risa floja…

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