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Reality bites, o los trocitos de crecimiento

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En pleno agosto, a bocajarro, publica el diario El País una estupenda entrevista con el economista estadounidense Tyler Cowen, quien afirma que Estados Unidos y Europa solamente se dedican a "agarrar trocitos de crecimiento", que nos olvidemos de ese crecer como si no hubiera mañana. Y me ha recordado al título de la exitosa película, la primera dirigida por Ben Stiller, antes de que se convirtiera en el peor actor del siglo, Reality bites (1994). Los trocitos de crecimiento que seremos capaces de agarrar dependen de las medidas de política económica que apliquemos y, por supuesto, de lo que pase con el resto de la manada de países occidentales convalecientes de la crisis del 2007 y la recesión posterior.

El crecimiento "apagado"

En ese sentido, la agencia Moody’s, amada u odiada en función de las calificaciones, como si fuera una profesora en una clase de niñatos, habla de que la economía global mejora pero a ritmo lento, poco a poco, como renqueando. Que está muy bien, pero no es la recuperación que algunos pretenden hacernos creer. Y, pensándolo bien, atendiendo a las palabras de los ministros, a veces pienso que las exageraciones en este tema provienen de quien quiere derrotar a una persona o a un ministerio (dentro o fuera del partido). Al exagerar la nota podrán señalar con el dedo con fuerza cuando a la recuperación le tiemblen las piernas.

Pero no es el caso de Moody’s. La agencia habla de la economía global, se trata de una agregación, es decir, de un engaño oficial, lícito, aceptado, enseñado en las universidades, proclamado en los periódicos y engullido por los lectores: la economía global va bien, ya podemos dormir tranquilos.

Y es un engaño del tamaño de la frase "Todo va a salir bien" en boca del Bruce Willis de turno frente a la congelación del planeta, la aparición de Godzilla o el Apocalipsis.

¿Qué quiere decir que la economía global crece lentamente? ¿En qué medida ese crecimiento apagado es significativo para usted o para mí? Que el conjunto de los países de la OCDE (o de más aún) sea del 2,8% anual o del 2,5% anual no significa que los españoles vayamos a emprender, que el Gobierno vaya a dejar de jugar con nuestras expectativas, que se vayan a colocar adecuadamente los incentivos para que se genere riqueza y, como dice Tyler Cowen en su entrevista, se mejoren las capas menos favorecidas sin meter el hacha a los que ganan más. No por nada, es que no es necesario. Lo que sí es imprescindible es acabar con los privilegios. Y eso no está computado en el índice que maneja Moody’s.

Por otro lado, ese matiz que marca el crecimiento como débil (o apagado) es importante, porque muestra que, ante una crisis de uno de los países de apoyo de nuestras economías occidentales convalecientes, el dominó puede movilizarse de nuevo y ya sabemos que no son predecibles ni el final ni el alcance.

El tamaño importa, el cómo determina

Y la cuestión es que los temblores económicos debidos a la depreciación de las divisas de los países emergentes, los temores ante las medidas de Putin que perjudicarían tanto las exportaciones españolas, o la fragilidad de la recuperación italiana, son como espadas de Damocles que oscilan sobre nuestras cabezas amenazando con caernos encima en cualquier momento.

No puede ser más acertado el diagnostico de Tyler Cowen: resulta que nos endeudamos y gastamos como si creciéramos al 3% pero no era un crecimiento real. Y ahora nos vemos en la penosa tarea de deshacer el entuerto y emprender políticas que nos permitan reanudar una actividad económica saludable. Cowen calcula que la pérdida de poder adquisitivo de los estadounidenses ha sido entre un 5 y un 10% y cree que en los próximos 10-15 años seguirá empeorando la cosa. El panorama que pinta no es, sin embargo, terrible, sino que nos muestra que la salida nos llevará a una forma de vida diferente. Y eso puede no ser malo. Eso sí, requiere, en mi opinión, un cambio de mentalidad que no sé si se da en Estados Unidos, pero que me consta que no se está produciendo en España. Seguimos atrapados en ese bucle gasto-deuda erigido sobre un crecimiento potencial que se puede dar o no, porque nadie se fía de los datos.

Así que si queremos que los trocitos de crecimiento sean grandes, hemos de observar escrupulosamente el cómo crecemos, no basándonos en estímulos electoralistas, sino en la creación de incentivos para los que generan riqueza de manera que en vez de cortar la cabeza a quien tenga más, aseguremos un futuro venturoso a quienes no tienen. Esos incentivos pasan por dejar de empobrecer a la clase media, quitar piedras del camino (fiscal) a las empresas que han de crear empleos, y favorecer que quienes tomaron malas decisiones asuman su responsabilidad tanto económica como política (empecemos por las cajas y la banca privada). Pero claro… la realidad es que muchos de quienes están en el tablero político caerían. Esos reality bites en España no van a permitirnos crecer en trozos, sino en migajas, y lo peor, es que mientras les permitan ganar elecciones, nos seguirán engañando. Y tan contentos.

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