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Trump tenía razón, pero está equivocado

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En Suecia, el índice de criminalidad es menor ahora que en 1990.

Donald Trump habla con la seguridad del enterado, del que ha oído un par de cosas, se hace su composición de lugar y la cuenta con un total aplomo. Hablar surfeando sobre los hechos es peligroso, pues a veces juega malas pasadas. Esto es lo que le ha ocurrido al presidente de los Estados Unidos, que se refirió en una rueda de prensa a unos hechos violentos ocurridos en Suecia la noche anterior.

Él habló el sábado, en Florida, y dijo con ese estilo inelegante y entrecortado lo siguiente: “Tenemos que mantener seguro a nuestro país. Mirad lo que está ocurriendo en Alemania, mirad lo que ocurrió la pasada noche en Suecia. Suecia, ¿podéis creerlo? Suecia”. Y sigue diciendo: “Están teniendo problemas que no les parecían posibles. Mirad lo que ocurre en Bruselas. Mirad lo que está pasando en todo el mundo. Mirad Niza. Mirad París”.

Por las menciones a las tres ciudades europeas, los medios pensaron que se referiría a un atentado terrorista en Suecia. Acto que, por suerte, no había tenido lugar. En realidad aludía a un reportaje filmado por Ami Horowitz y emitido el día anterior en Fox News, y que se refería a la violencia callejera asociada a la presencia de una comunidad de extranjeros que no acaba de integrarse, no a ningún atentado terrorista.

Bien, los medios de comunicación no hicieron su trabajo, pero esto forma ya parte de lo habitual. Lo interesante del caso es que el domingo pasado Trump era objeto de todo tipo de bromas (“¿Qué se ha fumado?”), y el lunes siguiente estalló en “Suecia, ¿podéis creerlo? Suecia” el tipo de violencia a la que Donald Trump sí se refería.

El lunes 20 de febrero, a las ocho de la tarde, la policía sueca realizó una detención en Rinkeby; un distrito de Estocolmo, en el que el 89 por ciento de la población es inmigrante de primera o segunda generación. Parte de los testigos de la detención empezaron a lanzar piedras sobre los policías. Uno de ellos reaccionó disparando, aunque sin herir a nadie, para que desistiesen de su hostigamiento a las fuerzas del orden.

Dos horas y veinte minutos más tarde se produce una segunda oleada de violencia, en la que un grupo de personas prenden fuego a siete u ocho coches, y se dedican al pillaje por las tiendas del lugar. A esa hora de la noche, un fotógrafo del diario Dagens Nyheter (DN) llega al lugar para hacer un reportaje. Pero le rodean unas quince personas, que le propinaron varios golpes por el cuerpo y la cabeza. Pasó la noche en el hospital.

A media noche, la situación se calmó y no han vuelto a producirse disturbios. Pero eso no quiere decir que no haya muchas cuestiones por responder. Como, por ejemplo, ¿Por qué no ha habido detenciones? Jan Evensson es el comisario de la policía del distrito. En unas palabras concedidas a DN, reconoció: “Cero arrestos en una situación como esta, no tiene un pase”. Y el responsable de Reporteros sin Fronteras en Suecia se dolió de que un periodista no haya podido hacer su trabajo. Esta situación lleva a que haya “agujeros negros” y se propaguen “rumores” sin fundamento.

Estos disturbios, por otro lado, no son hechos aislados. Durante el segundo fin de semana de febrero, en el mismo barrio una patrulla de la Policía fue asaltada por numerosas personas cuando estaban registrando a un vecino.  Rinkeby, como Malmö, es un barrio de especial vigilancia por parte de la Policía, puesto que es más proclive a que se produzcan crímenes.

¿Cuál es aquí la discusión, la que se produce en Suecia, los Estados Unidos, Francia, Alemania, Holanda…? La integración en esos países de la población inmigrante, y en particular de la comunidad musulmana, es una cuestión viciada, manchada por las tintas ideológicas, lo que oscurece un asunto de por sí complejo.

De modo que hay que coser el discurso a los datos. En Suecia, el índice de criminalidad es menor ahora que en 1990. Y la llegada de refugiados (163.000 en 2015) no ha hecho que aumente el número de crímenes.

¿Cómo encajamos, entonces, esta tendencia con el hecho de que los barrios que la Policía señala como peligrosos estén tomados por población inmigrante? Porque lo relevante no es el número, sino la relación que mantienen con el conjunto de la sociedad. Como en el caso de los banlieues de París, los barrios de Copenhague como Malmö o Rinkeby tienen una vida parcialmente desconectada del resto, y se ve a la Policía, y al conjunto de instituciones del país, como algo extraño.

Por lo que se refiere a los Estados Unidos, según recogía recientemente The New York Times, hay numerosos estudios que indican que los inmigrantes cometen menos crímenes que los nacionales. Este es un hecho que se conoce, en realidad, desde hace décadas.

Por otro lado, CityLab cita un informe realizado por Partnership for a New American Economy, en el que controla la evolución de la criminalidad en las 10 ciudades de los Estados Unidos en las que más ha crecido la llegada de refugiados (no inmigrantes en general, sino refugiados) en comparación con la población. Son datos recabados entre 2006 y 2015. En nueve de esas ciudades la criminalidad descendió.

También hay estudios que muestran que su comportamiento civil es también mejor que el de los ciudadanos estadounidenses. La pretensión de Donald Trump de que son una amenaza para el país es falsa.

¿Quiere decir que su política, construida sobre falsos cimientos, va a ser un fracaso? No está claro. Si los Estados Unidos han logrado integrar a millones de personas, incluso a las que están en una situación ilegal, si ha conseguido que cumplan más las promesas en los negocios y cumplan más las leyes, es por dos motivos: Uno: quieren vivir allí. Dos: Pueden perder lo que quieren si violan las leyes. Luego expulsar a los inmigrantes que se saltan la ley contribuye a la inmigración. Los efectos de expulsar de forma masiva a quienes están en situación ilegal no están tan claros. Pero eso parece no detener al ocupante del Despacho Oval.

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