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Warren Buffett, en el ojo del huracán

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Tras una semana más de escándalos de corrupción, mientras la gente mira a sus propios alcaldes de reojo, no vaya a ser que éste también tenga cajas B, cuentas ilegales, tarjetas negras o Dios sabe qué, mientras parece que Isabel Pantoja va a ir a la cárcel y hasta los periodistas sucedidos y sucesores se dan collejas en las redes sociales, los líderes de la nueva formación política Podemos preparan su desembarco autonómico como preludio de la triunfal victoria nacional. No es fácil el ramillete de decisiones que los mandamases de dicho partido tienen que tomar.

Municipios no, autonomías sí

Esa parece ser la primera gran decisión. Me parece muy acertado. Da la sensación de que son conscientes de que el apoyo de la gente a su propuesta es desproporcionado respecto a la estructura y fortaleza del partido como institución y, dicen, no vaya a ser que se nos cuele uno y la líe. Porque, y tienen razón, creen que la prensa utilizaría al que sacara los pies del tiesto como icono contra el partido. Cierto, como han hecho con cada uno que ha metido la pata en todos los partidos y en todos los ámbitos. Estamos en el país del refrán “Porque maté un gato me llaman Matagatos”. Aunque visto lo visto el gato debería estar en peligro de extinción.

Pero esa alternativa implica que los chicos de Podemos se integren en una plataforma diferente, “Ganemos”, que reúna a la izquierda más radical, separada del PSOE. Ahí cohabitarían presuntamente con Izquierda Unida, que muere por recuperar el liderazgo de la izquierda y no sabe cómo hacer ya para definirse como los rojos de toda la vida de Dios, los de verdad de la buena, rojos, rojos pero como la amapola, pero, eso sí, organizados y con pedigrí. Y también se unirían a todos los partidos menores como EquoICV o Anova en Galicia, así como plataformas sociales como Alternativa Desde Abajo (ADA) o la Plataforma Anti Desahucio (PAH) y alguna más. A todos estos pequeños socios, la unión temporal de partidos les vendría como anillo al dedo para colocar a alguno por aquí y por allá y tener un poquito más de visibilidad. A Podemos la unión con ellos haría la fuerza en muchos ayuntamientos. En el caso de Izquierda Unida, sin embargo, no me queda tan claro que la conveniencia sea bidireccional.

La sombra de la casta es alargada

Porque mirándolo bien, tiene más razón que un santo Pablo Iglesias cuando expresa su temor a que IU trate de repartir cargos, puestos, concejalías y demás, al estilo de la “vieja política”. Y él, dice, no está por la labor. Él quiere que los candidatos de Ganemos se elijan en asamblea, en primarias, entre todos, como manda el Manual del Hombre Nuevo. También es verdad que lo dice con la tranquilidad que dan las encuestas abrumadoramente a su favor.

A pesar de todo ese prurito, si finalmente hay consenso y se da su alianza con IU en determinados municipios ¿no dejaría en la gente más irritada con los políticos una sensación de fraude? Porque IU no tiene las manos limpias. No hay más que tirar de hemeroteca y recordar los sobresueldos en Andalucía, o el diputado por Madrid de dicho partido implicado en el caso de las tarjetas “black”, o Moral Santín y los otros tres consejeros de Caja Madrid… en fin que no son precisamente amistades ejemplares. Y eso a “Pablemos”, como se conoce ya al partido de Pablo Iglesias desde que presentara su perfil personal como logo de la formación, tal vez no le convenga mucho.

Dice otro dicho español que quien se acuesta con niños, mojado se levanta, y con una novia de IU precisamente, Pablo Iglesias corre el peligro de acercarse demasiado a través de Ganemos al precipicio de la casta. Como él mismo ha expresado y con motivos, tres tropezones y la gente no lo perdona.

El hartazgo es tal que, aunque los taxistas en pleno dicen que van a votar a Podemos (o Ganemos) por puro enfado contra todos estos corruptos, una va al Centro Cultural de Valdemoro a ver a Rafael Álvarez “El Brujo” en su espectáculo Cómico, y cuando el artista suelta un rejón a Podemos, la gente aplaude con la misma intensidad que cuando lo suelta contra el PP, el PSOE o quien sea. El Brujo no se casa con nadie pero sabe como pocos reflejar el sentir de la gente sencilla que, sin saber mucho de los entresijos de la realidad, reconoce el olor a podrido a distancia y padece el 21% de IVA al teatro (frente al 4% de IVA del porno), y todos los impuestos que nos quieran subir. “Y eso que son los conservadores” decía Rafael. 

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