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Mirar la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio

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El socialismo, parafraseando a François de La Rochefoucauld, es el homenaje que el vicio rinde a la virtud.

Es sabido que los socialistas, en cada una de sus múltiples corrientes, se caracterizan por predicar machaconamente una cosa en público y por poner en práctica justo la contraria en privado. Así, a pesar de toda la retórica igualitarista, no ha habido sociedades más desigualitarias que aquellas que han padecido la lacra del comunismo. En ese paraíso en la tierra diseñado por Marx y ejecutado por Lenin y sus sucesores, unos pocos, el aparato burocrático del régimen, disfrutan de todo mientras la mayoría de la población es condenada a la nada.

En otro nivel menos lacerante pero no menos hipócrita, es célebre el dato que señala que un altísimo número de ministros del PSOE —que en nada, dicho sea de paso, se diferencian de los del PP— llevaba a sus hijos a colegios privados. Estos políticos, a la vez que ejecutaban su campaña propagandística en favor de la escuela pública, obligando a la ciudadanía a pasar por el aro del café —aguachinado y amargo— para todos que supone la enseñanza estatal, bien que se cuidaban de proporcionar a sus vástagos un futuro mejor que el de quienes, debido precisamente al yugo que ellos mismos les imponían para sufragar ese sistema coactivo, no podían permitirse una escolarización de calidad. Pero la educación no es el único caso de flagrante hipocresía: la misma lógica opera en el ámbito de la sanidad, las pensiones, etc.

Ahora hemos conocido que uno de los próceres podemitas, Pablo Echenique, siendo ya eurodiputado y disfrutando de un generosísimo salario, tuvo en su casa a su asistente personal, al que pagaba 300 euros mensuales, sin contrato durante 14 meses, cuando la ley obliga al empleador a abonar la cuota a la Seguridad Social de las personas que trabajan en el hogar familiar. El asistente, que atravesaba dificultades económicas, tampoco acababa de regularizar su situación como autónomo, y Echenique optó finalmente por despedirlo.

Si de algo ha hecho bandera Podemos en su meteórica trayectoria es, por un lado, de la lucha contra la «economía sumergida» (supuestamente de ahí iba a salir, en el caso de que los «evasores» aflorasen, buena parte del dinero para financiar sus disparatados programas de gasto social) y, por otro, del «empleo digno» (derogación de la reforma laboral, subida del salario mínimo y fin de la «precariedad» a golpe de decreto). Pero Echenique, a la hora de la verdad, se ha comportado como “un malvado explotador neoliberal” cualquiera. Y es que el socialismo, parafraseando a François de La Rochefoucauld, es el homenaje que el vicio rinde a la virtud.

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