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Los más pobres del cementerio

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Las personas no estamos diseñadas para vidas tan largas como las que disfrutamos. Muchos lo compensamos con una educación o cultura que fomenta el ahorro como pilar básico para tener calidad de vida.

Hay una creencia muy común sobre la necesidad de que el Estado sea el encargado de pagar, y por tanto recaudar, el dinero de las pensiones, ya que la mayoría de las personas tienen tendencia a no ahorrar a largo plazo y, por tanto, una gran parte de la sociedad quedaría sin recursos al llegar a la vejez.

Una posible respuesta es que si las personas no tuvieran la garantía del Estado llegarían a la conclusión, ya sea por sí mismos o por presión social, de que es necesario ahorrar para no verse desvalido al llegar a una edad en la que no puedan trabajar.

Lo cierto es que las personas no estamos diseñadas para vidas tan largas como las que disfrutamos en la actualidad. Muchos de nosotros compensamos este hecho con una educación o cultura que fomenta el ahorro como pilar básico para tener calidad de vida. Pero muchas personas no han tenido acceso a esta idea o su naturaleza la rechaza de plano.

Todos hemos oído los chascarrillos sobre las personas que quieren ser los más ricos del cementerio y sus contrapartidas, como la fábula de la cigarra y la hormiga. Una muestra más del conflicto de visiones presente en la sociedad y que ninguna ley o sistema político va a cambiar.

Así que sí, si el Estado pone fin al sistema de pensiones piramidal actual, y no lo sustituye por otro obligatorio de capitalización, muchas personas van a llegar a la vejez sin medios para afrontarla. Muchos menos de lo que la mayoría cree, pero nada va a evitar que un porcentaje de la población siga comportándose como su instinto le dicta y no ahorre lo suficiente para sobrevivir una vez acabada su vida profesional.

Aunque una vez aclarado esto, que es muy importante, hay que resaltar lo que la mayoría de gente no ve: a día de hoy la mayoría de persona llega a la vejez sin unos ahorros que les sustente. El dinero percibido por los pensionistas no es el dinero que ellos han ido ahorrando (forzosamente), sino el dinero que el resto de trabajadores aportan al sistema con la esperanza de que en el futuro otros hagan lo mismo.

Dicho de otra forma: a día de hoy todos, tengamos la forma de pensar que tengamos, somos personas que viven al día sin la menor preocupación de lo que el futuro nos depare en nuestra vejez. Cada uno de nosotros somos cigarras que esperan que el invierno no llegue nunca.

¿Y por qué un sistema Estatal pensado para evitar la cigarratización de la gente menos sensibilizada con el ahorro termina convirtiéndonos a todos (forzosamente) en cigarras?

Porque el Estado lo forman personas. Y si las personas no tienen incentivos naturales a ahorrar para la vejez… ¿alguien cree que los van a tener para realizar un cambio de sistema que daría perjuicios durante un mandato de cuatro años y beneficios a varios lustros en el futuro?

Por no contar la cantidad de incentivos que tiene un ser humano para hacer exactamente lo contrario. Vivir al día con tu dinero es algo que muchas personas han aprendido que es un error y han podido corregir, pero vivir al día con el dinero ajeno para poder seguir en el poder un año más es algo que ningún político ha podido resistir. Ahí están los inmensos déficits públicos y los sistemas de pensiones piramidales para demostrarlo.

Así que no se trata de escoger entre sistemas idílicos proporcionado por el Estado o por la iniciativa  privada donde nadie llegue a anciano sin recursos. Se trata de ser realista y darse cuenta que somos personas con limitaciones, y la única manera de mitigarlas lo máximo posible es repartir las decisiones entre el máximo número de nosotros posible.

Si 100 personas pueden escoger ahorrar o no, la mayoría ahorraran y podrán mantener de algún modo a los que no lo hagan con el menor conflicto posible (que lo habrá), pero si permites votar a esas 100 personas un jefe con poder sobre su dinero durante 4 años es seguro que los 100 llegaran a la vejez sin nada. 

6 Comentarios

  1. Un anciano sin recursos que
    Un anciano sin recursos que depende de la empatía de los demás, vive una situación triste e injusta si su capacidad de ahorro fue expropiada por un Estado que le ofrece a cambio su actual miseria. Ahora bien, es una situación triste aunque justa, si se debe a que decidió libremente no usar su capacidad de ahorro para anticipar y corregir esta eventualidad.
    Esto de obligar a todos a pensiones estatales versus obligar a los ahorradores a mantener a los no ahorradores, no es elegir utopía frente a pragmatismo, es elegir entre trágala o trágala para los ahorradores.

  2. En efecto, la violencia del
    En efecto, la violencia del Estado es además de radicalmente inmoral ineficaz a todas luces. Suculenta trivialidad, pues lo satisfactorio siempre se acepta de buen grado y no es preciso imponerlo (salvo que neguemos al prójimo la cualidad de adulto, es decir, la capacidad de definir “satisfactorio”). Resulta curioso y conmovedor el afán con que nos esforzamos en demostrar a posteriori un simple juicio analítico.

    La pregunta del millón: ¿por qué si lo tenemos delante de las narices, atronador y colosal, no lo vemos? Entre otras cosas porque votar a un jefe con poder sobre nosotros no nos deja en la vejez sin nada, sino con algo, muchísimo menos de lo que tendríamos en libertad pero cuyo mérito el mandarín se arroga.

    En la medida que tolera cierto desarrollo capitalista, la política es salvada por éste. Terrible paradoja: al Estado lo mantiene y vigoriza su antítesis en un bucle parásito sostenido. Dato muy a considerar.

  3. Lo que riadas de personas
    Lo que riadas de personas tienen delante de las narices no es una engañifa colosal y atronadora , sin o una engañifa vestida de blanco y con música de arpa.

    » En sociedad, todos aportamos para que nadie pase penurias y se procure el bien común ( seguridad-justicia-prosperidad )»

    Resulta que nadie aporta sino que unos cuantos roban las propiedades y la libertad de la mayoría, definen qué es penuria y qué es el bien común, y anteponiedo sus intereses, ni resuelven la penuria ni procuran el bien común.

    Pero todos contentos porque en sociedad, todos aportamos ( impuestos y coartación de libertad ) para que nadie pase penurias ( pensiones insostenibles, renta básica inasumible ) y se procure el bien común ( servicios públicos ineficientes ).

    • Hola, Pizarro
      Hola, Pizarro

      Prometer duros a cuatro pesetas, tóxicos saludables o que nos subirán abajo es una engañifa atronadora y trivial por muy bien aderezada que se presente.

      Los políticos no simplemente nos defraudan prometiéndonos lo que no cumplen. Si sólo fuera eso, cabría la posibilidad de que otros políticos mejores nos complacieran al fin. El problema es mucho más grave: prometen evidentes imposibles lógicos, colosales contradicciones en los términos que, sin embargo, la gran mayoría no advierte, en mi opinión, porque ni siquiera siente la necesidad de pensar en ello.

      La gente no siente la necesidad de cuestionar al Estado porque de hecho éste le paga sus pensiones y le ofrece servicios de seguridad, sanidad y educación. Por eso cree que el Estado funciona, porque ni conoce ni es capaz de imaginarse otra cosa mejor.

      Ahora bien ¿qué es lo que permite funcionar al Estado? Es como un automóvil que se mueve pésimamente, pero más o menos se mueve como siempre y por ello nadie ve la necesidad de llevarlo al taller; a lo sumo, con cambiar al conductor parece que basta. El combustible del Estado es el capitalismo. Adviértase la correlación entre desarrollo capitalista y aumento del Estado. En los albores del capitalismo la intervención estatal era mínima, como no podía ser de otra manera: si ganas lo justo para subsistir ¿cómo le vas a dar una parte al Estado sin morirte de hambre? Por lo mismo, los países pobres no pueden permitirse el derroche de grandes servicios públicos, aunque los idiotas de izquierda tomen el rábano por las hojas y sentencien que estos países son pobres por carecer de servicios públicos desarrollados. Hace falta ser simple y malintencionado.

      En definitiva, el Estado parasita al capitalismo y le va muy bien. Por eso los análisis que se limitan a la mera contraposición abstracta entre Estado y Libre Mercado como si fueran entidades estancas en la práctica resultan insuficientes y permiten que la política se adjudique medallas que no le corresponden.

    • Hola Berdonio,
      Hola Berdonio,
      Yo creo que el Estado existe, persiste y se expande, porque está alineado con la necesidad de protección y justicia de la mayoría de la población, que quiere Estado porque quiere seguridad y justicia, y entiende que eso es lo que proporciona el Estado.
      A partir de esta idea alimentada desde el Estado, todos quieren mucha seguridad/justicia, es decir, mucho Estado, y todos asumen que para que el Estado proporcione esas seguridad y justicia hay que contribuir con impuestos ( si en vez de todos, son sobre todo los ricos, mejor que mejor). Total, cada vez más Estado y apenas contestación.

      El mercado libre no existe, solo hay mercantilismo/intervencionismo con resultado dispar.
      Un saludo.

    • Hola Berdonio,
      Hola Berdonio,
      Yo creo que el Estado existe, persiste y se expande, porque está alineado con la necesidad de protección y justicia de la mayoría de la población, que quiere Estado porque quiere seguridad y justicia, y entiende que eso es lo que proporciona el Estado.
      A partir de esta idea alimentada desde el Estado, todos quieren mucha seguridad/justicia, es decir, mucho Estado, y todos asumen que para que el Estado proporcione esas seguridad y justicia hay que contribuir con impuestos ( si en vez de todos, son sobre todo los ricos, mejor que mejor). Total, cada vez más Estado y apenas contestación.

      El mercado libre no existe, solo hay mercantilismo/intervencionismo con resultado dispar.
      Un saludo.


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